La Vanguardia

Una huelga con nombre propio

Barcelona fue el escenario hace un siglo del paro de La Canadiense, una movilizaci­ón que cambió las condicione­s laborales y sociales de los trabajador­es

- SANTIAGO TARÍN

En una ciudad acostumbra­da a la conflictiv­idad social, con repetidas protestas del taxi, la amenaza del metro durante el Mobile o la sombra de un paro general como consecuenc­ia del juicio por el proceso soberanist­a, esta fue una huelga con nombre propio, que pasó a la historia y que tuvo consecuenc­ias que aún perduran. Hace un siglo, Barcelona fue el escenario principal de la huelga de La Canadiense, que duró 44 días y que provocó la primera ley en la que se fijaba la jornada laboral en ocho horas.

Barcelona, 1919. La ciudad, en la que viven unas 700.000 personas, está conquistan­do el Eixample. Es todavía una urbe abigarrada, insalubre y contaminad­a por el efecto de las más de cien fábricas que se ubican en el Raval. La Primera Guerra Mundial ha supuesto enormes ganancias para el empresaria­do catalán, que gracias a la neutralida­d española pudo comerciar con los dos bandos, pero esa bonanza no se trasladó a los obreros, que viven en condicione­s paupérrima­s y con muy pocos derechos. Es un tiempo de alta conflictiv­idad social, que en no pocas ocasiones se expresa con violencia: a tiros o con bombas.

En el escenario aparece con ímpetu un sindicato anarquista, la CNT, que se implantará con fuerza en Catalunya. Con tanta, que Vicens Vives en su libro Historia Contemporá­nea, escribió que Catalunya fue, sin duda, la patria del movimiento obrero español. A esta tierra había llegado un ingeniero estadou- nidense, Frederick Stark Pearson, atraído por las oportunida­des que ofrecía la electrific­ación. Fundó una empresa en 1911 llamada Barcelona Traction, Light and Power Company, conocida como La Canadiense porque su principal accionista era un banco de esta nación norteameri­cana. En la época sólo tuvo una competidor­a, Energía Eléctrica de Catalunya, pero tenían estrategia­s diferencia­das (en 1923, La Canadiense acabó fagocitand­o a su rival y al final, en 1951, terminó integrada en Fecsa). La Canadiense apostaba por los saltos de agua y por la compra de sociedades estratégic­as, como Tramvies de Barcelona o la Companyia Barcelones­a d’Electricit­at. Dominó una decena de firmas como Riegos y Fuerzas del Ebro. En febrero de 1919, hace ahora cien años, La Canadiense empleaba a más de mil personas y su posición en el mercado de la energía eléctrica de Barcelona era de predominio absoluto. Ocho empleados del personal de oficinas de Riegos y Fuerzas del Ebro pasaron de temporales a fijos, pero les bajaron el sueldo. Algunos de ellos eran militantes de la CNT, a la que acudieron para plantear la protesta, por lo cual la dirección les despidió.

El 5 de febrero, los trabajador­es de facturació­n se declararon en huelga hasta que no se readmitier­a a sus compañeros. Se nombró un comité de huelga, dominado por los cenetistas, y el conflicto tomó otra dimensión porque, además, estaba sobre el tapete el horario laboral y el derecho a sindicació­n.

El 8 de febrero casi toda la plantilla de La Canadiense estaba en huelga y los paros se extendiero­n a las otras eléctricas y diversos sectores, como el textil. Prácticame­nte fue una huelga general. El 70% de la industria catalana, los tranvías o los diarios se vieron afectados. Se militariza­ron los servicios, se declaró el estado de guerra y miles de personas fueron detenidas y llevadas al castillo de Montjuïc. La autoridad y los cenetistas impusieron censuras en la prensa. Un trabajador que no secundaba la huelga fue asesinado.

El cariz que adquirían los acontecimi­entos hizo intervenir a Madrid. El 13 de marzo, Romanones, presidente del Gobierno, envió a Barcelona a su subsecreta­rio, José Morete, que emprendió negociacio­nes para solventar el conflicto. Tras una reunión de dos días, el 15 y 16 de marzo, se llegó a un acuerdo: final de la huelga, libertad para todo preso social no sometido a proceso, readmisión de los huelguista­s sin represalia­s, aumento de salarios, abono de la mitad del mes que duró el paro y jornada máxima de ocho horas. El pacto fue refrendado el 19 de marzo en un mitin en la plaza de toros Monumental, ante 25.000 personas. Fue definitiva la intervenci­ón del líder sindical Salvador Seguí, el Noi del Sucre.

La huelga de la Canadiense forma parte de la historia y la leyenda de Barcelona, como lo sería la época del pistoleris­mo que tendría su auge después y que costó la vida a Seguí. En abril de 1919, la jornada de ocho horas fue reconocida por ley y España fue el primer país del mundo donde ocurrió esto. Los conflictos sociales continúan, pero esta fue una huelga con nombre propio.

En febrero y marzo de 1919, se paralizó el 70% de la industria catalana y gran parte de la actividad económica

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FONDO FECSA La Guardia Civil escolta a la comisión inspectora de las obras durante la huelga de La Canadiense

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