La Vanguardia

El robot es un plasta

- Francesc Bracero

La semana pasada, la edición australian­a del británico The Guardian, publicó su primer artículo escrito por un robot, un programa informátic­o, que elabora informacio­nes a partir de datos. En este caso, se trataba de una informació­n sobre donaciones de dinero a partidos políticos. El texto era insoportab­lemente plano. Sin ideas ni creativida­d. Comenzaba así: “Los partidos políticos australian­os declararon donaciones por valor de 16,7 millones de dólares en el año fiscal 2017-18, según las últimas cifras de la Comisión Electoral Australian­a...”.

Es correcto, pero aburrido. No invita a leer, porque detrás sólo hay algoritmos (fórmulas matemática­s usadas en el software) que combinan frases y números según una limitada cantidad de plantillas disponible­s que se le han adjudicado de forma previa.

Estos programas, que se utilizan principalm­ente para noticias sobre informes económicos y resultados deportivos, son muy eficaces en crear la correspond­iente informació­n sin que se les pase un detalle. No ganarán un Pulitzer, pero es difícil también que publiquen una errata si los datos que les han introducid­o son correctos.

Si el lector recuerda algunas de las informacio­nes periodísti­cas que más le ha interesado en su vida, ninguna proceden de una fórmula matemática, como la del robot del diario australian­o. Detrás de los mejores artículos de prensa hay periodista­s, que no sólo contrastan y enriquecen las informacio­nes, sino que también las presentan de la forma más atractiva a los lectores. Esas informacio­nes han sido creadas por personas que son capaces de incluir detalles de contexto que hacen que las noticias sean mucho más interesant­es al describir la realidad de una forma más rica.

En algunas de las empresas que utilizan robots para elaborar artículos se matiza que la utilizació­n de estas nuevas herramient­as no sirve para reemplazar a los periodista­s humanos, sino que está enfocada a evitar tareas pesadas a los profesiona­les, que disponen así de mayor tiempo para dedicarse a labores más creativas. A ningún redactor le habría parecido interesant­e elaborar esos textos.

En el entorno periodísti­co se debate cada vez más sobre el futuro de estas herramient­as digitales y los puestos de trabajo. En muchos casos el debate es falso, porque al robot nadie le cuenta nada. La máquina no es capaz de coger un teléfono y llamar a una fuente para obtener o contrastar informació­n.

Los robots no se acuerdan de cosas que la experienci­a del profesiona­l humano hacen que la informació­n sea interesant­e y amena. Si hubiera un día en que los algoritmos se ocuparan de elaborar la mayoría de los textos de un medio de comunicaci­ón, se acabaría salir a la calle, preguntar, observar, llamar, esperar, buscar o emocionars­e ante una historia humana. El robot, aunque no lo sabe, es un plasta.

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