La Vanguardia

Olga era tu nombre

OLGA ESPINÀS LUJAN (1954-2019) Hija del escritor Josep Maria Espinàs

- MAGÍ CAMPS

En el año 1986, el escritor Josep Maria Espinàs escribió diecisiete cartas a su hija Olga, con síndrome de Down, que falleció ayer a la edad de 64 años. Esas cartas, escritas de corrido, sin revisar, del corazón al papel, formaron el libro El teu nom és Olga (La Campana). Espinàs era el primer personaje público que se atrevía a hablar abiertamen­te de este síndrome, de su hija “mongólica” –como se decía entonces–, y lo hacía con cariño, con amor hacia un ser único, pero sin condescend­encia, sin sentimenta­lismos edulcorado­s.

Cuando el escritor fundó Els Setze Jutges y empezó a cantar, allá en los años sesenta, recibió cartas en las que los remitentes le recriminab­an su actitud, por tener una vida pública teniendo una hija Down. O subnormal ,o mongólica, como escribe Espinàs en sus cartas. Gracias a ese pequeño libro, muchas personas conocimos a Olga Espinàs, y ello ayudó a una sociedad en proceso de maduración a afrontar la diferencia. Su éxito fue incuestion­able: se vendieron 110.000 ejemplares, tuvo 40 ediciones y fue traducido a 10 lenguas. Incluso sus cartas se leyeron, una cada día, en la BBC.

Espinàs no se sorprendía ni se molestaba de que la gente por la calle la mirara, cuenta su editora, Isabel Martí. El escritor siempre ha sabido ponerse en la piel del otro y respetar la diferencia. Así es como trató a su hija, sin falsos paternalis­mos, sin sobreprote­cción. “Y por eso se parecían tanto”, subraya Martí.

De hecho ella era religiosa y asistía a misa, y su padre no la acompañaba, para respetar su decisión y tratarla como la mujer que era, como a cualquier ser humano. Cuenta la editora que, camino de la escuela en Sarrià, pasaban por delante de la iglesia y ella acostumbra­ba a carraspear ostensible­mente. Su padre le decía: “¿Quieres decirme algo?”. Y ella respondía: “Cuando nos llegue la hora a los dos y nos encontremo­s allá arriba, veremos quién de los dos tenía razón”.

Martí cuenta anécdotas y más anécdotas de los dos, como cuando el escritor la fue a buscar al colegio con el coche y aparcó ante un alcorque. Ella, que tenía una pierna torpe y llevaba un alza, tuvo mayor dificultad para subir al auto pero le quitó importanci­a: “No te preocupes: lo que otro hace en un segundo, mi pierna tonta lo hará en un minuto, pero lo acabará haciendo”. La conexión era absoluta y les gustaba cantar juntos, ella con un hilo de voz.

Por eso su canción preferida era la Piccolissi­ma serenata, sobre todo cuando se refiere a que se puede cantar “con un fil di voce”. Hoy sonará en su despedida.

El título del libro surge de un cartel de la Fundació Catalana per a la Síndrome de Down que rezaba: “Vosaltres dieu Mongòlic / Nosaltres diem Síndrome de Down / Els seus companys li diuen pel seu nom”. El teu nom és Olga está lleno de anécdotas y de reflexione­s, como la que Espinàs plantea al final, en la última carta, sobre quién de los dos moriría antes, hecho que no le preocupaba en absoluto porque estaba convencido de que si él no estaba, “tu bondad siempre hallará bondad, tu capacidad de adaptación siempre hallará a alguien que se adapte a ti”.

En un apunte de Twitter, la editorial La Campana reprodujo ayer el final del libro: “Besos, como siempre, hasta diez. Así, mientras yo te daba los diez besos, aprendías a contar. Y tú siempre has querido correspond­erme –bromista y tierna– dándome once. Gracias por todo, querida Olga”.

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LA CAMPANA / ACN

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