El infierno en pareja
Laia Marull y Pablo Derqui protagonizan la última batalla de un matrimonio separado en ‘La dansa de la venjança’, en La Villarroel
Un dramón. Un thriller. Una batalla campal. En pareja. En una pareja que acaba de dejar de serlo. Los papeles ya están firmados, todo ha sido muy civilizado y, por azar, se encuentran una última vez en la casa que habían compartido. Sartre aseguraba que el infierno son los otros. Ellos lo piensan mutua y literalmente de su ex pareja: creen que la persona que tanto amaron será un infierno para su hijo. Y, frente a frente, decidirán no salir de esa casa hasta que lo rescaten. Es La dansa de la venjança, una obra de Jordi Casanovas que aterriza hoy en el teatro Villarroel con dos actores de peso en duro combate escénico: durante una hora y veinte minutos Laia Marull y Pablo Derqui no dejan de enfrentarse en un montaje que su autor cree que supondrá una sacudida para el público.
“En el encuentro se produce un viaje de ambos a las partes más oscuras de su relación, con montañas de rencor, de cuestiones no resueltas entre ellos. Un viaje para rescatar aquel fruto en común de ambos pero haciéndose mucho daño”, explica Casanovas, autor de obras como Ruz-Bárcenas o la más reciente La jauría –sobre el caso La Manada–, y que ahora regresa con un montaje, reconoce, muy diferente a los anteriores. Y además no lo dirige él, sino Pere Riera, quien ante el calibre de la propuesta ha roto la decisión que tomó hace años de no dirigir más obras que las suyas propias. Y que en La dansa de la venjança ha realizado un trabajo de orfebrería para que el espectador “pueda mirar a través del ojo de la cerradura a estos dos examantes, examigos, personas que han compartido una pasión muy fuerte y que se ha ido degradando, en este último combate, haciendo presente en el imaginario del espectador al tercer personaje, el hijo”.
“Ha habido ensayos donde se ha producido vida, y no teatro, y ha sido extraordinario”, subraya Riera y, contrariamente a lo habitual, dice que espera “que la gente lo pase tan mal como sea posible. Lo mejor que puede pasar es que después de ver la obra la gente tenga que llamar al osteópata porque viéndola te vas agarrotando, entras en la tensión y la repercutes en tu osamenta. Es un viaje que es una bola de nieve, un alud que va cayendo por el precipicio”, remarca. Y Casanovas remata que “todo lo que pasa en la obra es posible y eso la hace terrible. Nos acercamos a uno, al otro, no sabemos quién utiliza qué estrategia... Y además Pere ha sabido encontrar los momentos de luz del pasado de la pareja y también generar la creciente tensión de esta pequeña pesadilla. Los adultos de vez en cuando tenemos ganas de ver estas historias de terror psicológico en el escenario para salir y pensar en nuestras historias y resituarnos en el mundo”.