La Vanguardia

Malcom, la trastienda

Monchi no lo veía preparado para el Barça

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

En el coliseo romano era común que literalmen­te te tiraran a los leones. Ahí tenía que haber aterrizado Malcom, en la capital italiana. Al final, por arte de unos millones más, el Barça le echó el lazo y el brasileño desembarcó en otro circo, el barcelonis­ta, que también tiene fieras que repeler. A Monchi, el director deportivo del Roma, lo tenía convencido. Por eso el equipo romanista había anunciado su fichaje en las redes sociales y por eso reaccionó con furia cuando el Barcelona se puso por medio. Días después de aquello y, coincidien­do ambos equipos en EE.UU. de gira, Monchi comentó en un encuentro privado que no entendía qué había visto el conjunto blaugrana en Malcom. Opinaba que el joven futbolista (21 años) no estaba en su punto de cocción necesario para pugnar en la delantera de un equipo tan poderoso y que tras salir del Girondins necesitaba una escala intermedia para probar sus cualidades y dar luego otro salto.

La visión de Monchi tenía una base fundamenta­da. Porque Malcom está en el Barcelona como en la escuela. En el vestuario inspira cariño porque sus sentimient­os siempre están a flor de piel. Sólo hace falta ver cómo celebraron sus compañeros el gol que marcó en el campo del Inter. Malcom rompió a llorar sobre el césped y también en la cocina del Meazza antes de llamar a su madre. También le dedicó el tanto a su abuela, aquella que vendió sus cazuelas para que el chaval pudiera tener dinero para el autobús y así ir a entrenarse con el Corinthian­s.

Las lágrimas le han acompañado en el Barça para bien o para mal, como cuando se lesionó ante la Cultural Leonesa en el Camp Nou. Estaba levantando la cabeza y otra vez se veía obligado a volver a empezar.

Habla mucho con los brasileños del equipo e intenta relacionar­se con fluidez con los demás gracias a tres clases de castellano a la semana. Como cada día va a clase en los entrenamie­ntos. Porque el apoyo que recibe no quita que todos se atrevan con él. Si falla le cae una mirada, un gesto o cuatro palabras. En el túnel de vestuarios del clásico Arthur le dio una charla explicándo­le lo que debía hacer. A veces desespera incluso a Valverde, que en León en la Copa se hartó a darle indicacion­es.

Ese encuentro y los del Ciutat de València y el Sánchez Pizjuán, también en la competició­n copera, dispararon las alarmas sobre Malcom, fichaje de 41 millones. Es capaz de pifiarla en cualquier momento. Pero cuando parece que ya no tiene remedio y que será un Douglas a precio de oro asoma por sorpresa. Al menos no pasa inadvertid­o.

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