La Vanguardia

#SaveHakeem, una campaña global

- ROBERTO RODRÍGUEZ

El día de su 19 cumpleaños, en noviembre de 2012, Hakeem Al Araibi, un prometedor futbolista, se dirigía a una cafetería para ver un Real Madrid-Barcelona con unos amigos cuando la policía de Manama, capital de Bahréin, le detuvo acusado de vandalismo. El jugador, internacio­nal con su selección, fue retenido y, según su testimonio, torturado por la policía para que confesase un delito que según él nunca cometió, pues los hechos de los que se le acusaba, lanzar cócteles molotov contra una sede policial, se dieron al mismo tiempo que él jugaba un partido de fútbol televisado en todo el país.

Nada de lo que le sucedió a Al Araibi fue casual. El jugador había participad­o en las protestas durante la primavera árabe del 2011 y como muchos otros futbolista­s del país que reclamaron más derechos y libertades, como el capitán de la selección, fueron detenidos y hoy cumplen penas en las cárceles de Bahréin. El rey Hamad bin Isa Al Jalifa ordenó esta represión gracias a la complicida­d, según Al Araibi, de su primo, el presidente de la Confederac­ión Asiática de Fútbol y excandidat­o a la presidenci­a de la FIFA, Salman Bin Ebrahim.

El protagonis­ta de esta historia logró huir del país poco tiempo después, durante una concentrac­ión con su selección para jugar un partido en Qatar. Desde ahí comenzó una travesía que le llevó a Irán y de ahí hasta Australia. En su ausencia, la justicia de Bahréin le condenó a diez años de cárcel. Mientras tanto, él consiguió el tratamient­o de refugiado en su país de acogida y volvió a jugar al fútbol en el Pascoe Vale FC, un equipo de regional del país oceánico.

La pesadilla del joven Al Araibi parecía haber concluido hasta que en noviembre pasado, ya con 25 años, algo salió mal. El jugador se casó con su novia de toda la vida y decidió viajar a Tailandia para su luna de miel. Sin embargo, a su llegada, una alerta de la Interpol interpuest­a por la policía australian­a hizo que fuese detenido. Hoy Hakeem vive en una prisión tailandesa. Lleva tres meses encerrado a la espera de un juicio que podría devolverle a Bahréin, donde según él será torturado y asesinado.

La alerta de la Interpol duró dos días, hasta que la policía australian­a rectificó su error. Sin embargo, para entonces Bahréin ya se había movido. Fuentes tailandesa­s aseguran incluso que cuando el futbolista cursó el visado, a principios de noviembre, las autoridade­s de ambos países se coordinaro­n para su detención. De hecho, tras la retirada de la petición de la Interpol, la policía tailandesa decidió retener a Hakeem pese a que Bahréin todavía no había tramitado la petición de extradició­n.

DETENIDO EN EL 2012 El jugador se convirtió en un símbolo tras la ‘primavera árabe’, motivo por el que fue perseguido

Hakeem Al Araibi, refugiado bareiní en Australia, lleva desde noviembre encarcelad­o en Tailandia por un error administra­tivo

EN LAS REDES Numerosos países y entidades deportivas han dado apoyo incondicio­nal a la iniciativa

Una vez cursada, Al Araibi estaba definitiva­mente atrapado.

El futbolista lleva desde entonces, el 27 de noviembre de 2018, entre rejas, mientras desde el mundo occidental se incrementa la presión sobre el Gobierno tailandés. La campaña #SaveHakeem, impulsada por el excapitán de la selección australian­a, ha recibido apoyos a lo largo de todo el globo. Desde el ejecutivo australian­o hasta la FIFA, pasando por el COI y diversas ONGs incluida Human Rigths Watch han interpelad­o a la junta militar tailandesa para que permita que Al Araibi vuelva a su casa. En Australia, su encarcelam­iento se ha convertido en un tema de estado, con intervenci­ón incluida del presidente para conseguir la gracia del Ejecutivo tailandés.

El conflicto se ha magnificad­o después de unas imágenes emitidas esta semana que mostraban a Al Araibi caminando con grilletes en los tobillos mientras era trasladado al juzgado. Tailandia se escuda en la burocracia para no dejarlo en libertad. Acusan a Australia de provocar su detención con la alerta emitida a la Interpol. Además, no son signatario­s de la Convención de la ONU para los refugiados por lo que se consideran autónomos para tomar cualquier tipo de decisión.

Tanto al jugador como a su esposa les produce pánico la deportació­n. Están convencido­s de que habría represalia­s contra él. “Llamo a todos los países a que nos ayuden porque sé que si vuelve será torturado y asesinado”, explica su mujer, que hasta ahora no ha querido desvelar su identidad.

Mientras el #SaveHakeem alcanza más resonancia en todo el mundo, el jugador deberá permanecer en prisión como mínimo hasta agosto, cuando se producirá el juicio. A la par, el Pascoe Vale FC, equipo en el que militaba, ha comunicado una ampliación de contrato al refugiado, todavía futbolista, para que cuando abandone los grilletes vuelva cuanto antes a tener un balón de fútbol en los pies.

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SAKCHAI LALIT / AP Un futbolista con grilletes en los pies. Al Araibi, rodeado de policías a su llegada al juzgado de Bangkok el pasado 4 defebrero

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