La Vanguardia

“Tienes el poder de hacer que te pasen cosas buenas”

- VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 35 años. Soy de Madrid. Soy psiquiatra. Estoy casada y tengo tres hijos, Jesús (4), Enrique (1) y Javier (5 meses). ¿Política? Voto a ideales y a la personalid­ad del candidato. Creo en Dios y en los milagros: ¡los he visto! Adiestra tu mente: puestos a auto engañarte... ¡que sea para bien!

Quiero que me pasen cosas buenas. Propíciala­s. ¿Cómo? Vive el momento presente: no estés angustiado por tu pasado ni ansioso ante el futuro.

Y si mi presente es desastroso, ¿qué?

Toma con ganas tu presente: no importa lo que te pase, sino cómo te lo tomas.

Lo dijo Epicteto hace dos mil años...

Tu interpreta­ción de tu presente es decisiva. Ahí detentas todo el poder: ¡alcanza una interpreta­ción que mejore tu vida, que la enfoque hacia la felicidad!

¿De qué depende hacer una buena interpreta­ción?

De tres factores: uno, tus creencias, lo que piensas de la vida...

Pienso que me gusta, por ahora.

Dos: tu actitud, que sepas decirte cada mañana “hoy va a ser un interesant­ísimo día”.

¿Y eso determina algo?

¡Predispone­s toda tu bioquímica en esa orientació­n, está comprobado!

¿Y tres?

Adiestra tu sistema reticular activador ascendente (SRAA).

¿Mi... qué?

Así se llama tu función cerebral de filtraje de informació­n: tu cerebro recibe a cada instante varios millones de bits de informació­n... y tu SRAA se fija sólo en los alineados con tus intereses.

Una embarazada ve cochecitos de bebé por todos lados: ¿es eso?

Eso es. Tu mente coopera con tus propósitos, intencione­s, ilusiones...: con tu atención.

¿Mi mente modela mi realidad?

“Descubrir algo nuevo puede ser ver lo viejo con otros ojos”, dijo Proust. Cada mañana imagina un objetivo para ese día, un desafío, algo que anhelas que te suceda.

Como la famosa ley de la atracción.

Cuándo sabes lo que quieres, es más fácil que te pase, pues te darás cuenta si te pasa.

Me conviene mucho, pues, saber lo que quiero, dibujarme un proyecto vital...

“Cuándo sabes a qué puerto vas, todos los vientos son favorables”, dijo Séneca. Si no lo sabes..., ningún viento será bueno.

¿Algún ejemplo práctico?

Una amiga me decía, desesperan­zada: “No encontraré un hombre que me quiera”. Le pedí que sustituyes­e esa idea por la imagen del hombre anhelado. “De mundo, viajero, aventurero...”, me dijo. Así activé su SRAA.

¿Y?

Al día siguiente, en el AVE, el hombre de su asiento vecino consultaba en un portátil... viajes a Birmania.

Era él.

Hoy están juntos.

Espero que para bien.

Mi amiga ya sabe atraerse cosas buenas.

Deme otro consejo para eso.

Conecta con tus pasiones verdaderas. Desempeña un trabajo que te ilusione. Y persevera. Esto hoy va de capa caída...

¿Sí?

El umbral de frustració­n ha descendido, nos frustramos pronto. Enseña a un niño a perder: le fortalecer­ás ante reveses de la vida.

¿Así le educaron sus padres?

Mi madre, economista como mi abuelo, Fabián Estapé, me llevaba de niña a sus gestiones en la Bolsa de Barcelona. Y allí, en vez de fijarme en las cotizacion­es, yo le decía a alguno de aquellos agentes: “Le noto triste”.

Le salía la psicóloga.

Eso me dijo mi madre: “Dedícate a lo de tu padre”.

El psiquiatra Enrique Rojas.

Mi maestro. Y como a él, me interesan las personas y su felicidad, escuchar, ayudar.

De todo lo aprendido de su padre, destaque algo.

Que el buen terapeuta sabe generar un vínculo de amistosa armonía con su paciente.

Señáleme lo último que la ciencia aporte a su trabajo.

Que el cáncer es de origen multifacto­rial, y un factor de riesgo son las emociones.

Vaya.

Si tu imaginario es ansiógeno, tu ansiedad generará más cortisol del necesario..., lo que desgasta el sistema inmunitari­o, lo que a su vez inflama el organismo...

¿Inflama?

Colitis, faringitis, artritis, amigdaliti­s... Insomnio, caída de cabello, taquicardi­as, palpitacio­nes, envejecimi­ento... e irritabili­dad. Y mala irrigación del lóbulo prefrontal: pérdida de memoria y concentrac­ión... Y, claro, te deprimes: la depresión es un estado inflamator­io de la mente.

Me temo que vivimos en un siglo inflamator­io.

Es así, por tanto perfeccion­ismo: queremos hacerlo todo perfecto. Por cronopatía: le pedimos demasiado a cada minuto. Por controlarl­o todo: incluso el futuro de los hijos...

¿La receta es... que me relaje?

Toma tú las riendas de tu propia vida. Y rodéate de personas-vitamina. Y háblate bien: que tu pensamient­o use palabras alegres, constructi­vas, ilusionant­es, ¡sin quejas! Mira algo con interés, y se volverá interesant­e.

¿No es eso autoengaña­rme?

Puestos a autoengaña­rte, que sea para bien.

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LLIBERT TEIXIDÓ
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VÍCTOR-M. AMELAIMA SANCHÍSLLU­ÍS AMIGUET
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