Madrid es una olla (a presión)

MADRID es una olla a presión, la derecha ha subido la temperatura y el Gobierno ha tenido que quitar la válvula para liberar el vapor. Pablo Casado, que tiene tanta prisa que corre el riesgo de tropezar, se ha pasado la semana subiendo la espita del gas. Vincular el procés con ETA y acusar a Sánchez de seguir la agenda batasuna es un disparate, pero hace tiempo que en este país lo de menos es la verdad, y lo de más, poco importa. Y todo este calentamiento tiene su origen en la mesa de partidos, donde el Gobierno aceptó que hubiera un relator. Un relator no es un mediador, y los nombres en la agenda eran políticos veteranos. Se trataba de buscar a alguien que hiciera de notario de esos encuentros y ayudara a sacar conclusiones. Sin embargo, Casado llenó de insultos a Sánchez igual que mañana aspira a llenar el centro de Madrid. Como la memoria es frágil como la porcelana de Sèvres, nadie ha recordado que José María Aznar no tuvo ningún inconveniente en elegir al obispo Juan Maria Uriarte como mediador en las conversaciones con ETA durante la tregua entre 1998 y 1999. Hace veinte años no se escuchó a los dirigentes del PSOE hablar de alta traición ni recuperar el término felonía.

Al PP se le han sumado Cs y Vox en su cruzada, y la capital hierve. En las últimas horas, algo se ha roto en las relaciones entre el Gobierno de Sánchez y los independentistas. El Consejo de Ministros fue tenso, y las palabras de Felipe González advirtiendo que no hacía falta que nadie intermediara en la crisis catalana aún resonaban en la Moncloa. El presidente entendió que ERC y PDECat con sus enmiendas a la totalidad a los presupuestos no parecían interesados en mantener la agenda. Carmen Calvo dijo al terminar la reunión que el Govern no acepta el marco de diálogo propuesto: “Lo hemos intentado”. Mientras, en la Generalitat no acababan de entender qué ha ocurrido. Han mareado tanto, que esta vez la aspirina la necesitaron ellos.