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La vicepresid­enta Carmen Calvo da por rotas las negociacio­nes con el bloque soberanist­a con la votación por los presupuest­os como telón de fondo, y la batalla contra el discurso de quienes defienden una regresión de las políticas contra la violencia de género.

CARMEN Calvo, vicepresid­enta del Gobierno, compareció ayer ante la prensa para dar por rota la negociació­n con los soberanist­as catalanes. Con el semblante grave, Calvo lamentó que los esfuerzos gubernamen­tales para mantener abierta la vía del diálogo no hayan dado mejores frutos. Y proyectó esta ruptura hacia el terreno de sus consecuenc­ias, afirmando que “el tiempo de la legislatur­a se acorta”. En efecto, si al fin no progresan los presupuest­os, la cuenta atrás se habrá iniciado para el Gobierno de Pedro Sánchez. Los representa­ntes de la Generalita­t respondier­on a la comparecen­cia de Calvo con otra de Pere Aragonès, vicepresid­ente, y Elsa Artadi, consellera de Presidènci­a, quienes expresaron cierta sorpresa ante las noticias procedente­s del Gobierno, al que acusaron de ceder ante la derecha, y dijeron que su deseo era seguir sentados a la mesa del diálogo.

Quizás sea pronto para afirmar de modo concluyent­e que estos intentos dialogante­s están definitiva­mente condenados. De hecho, tanto ERC como el PDECat disponen de tiempo hasta el próximo miércoles para retirar las respectiva­s enmiendas a la totalidad que han presentado a los presupuest­os de Sánchez. Habida cuenta de que sus votos son imprescind­ibles para que progresen las cuentas, la palabra final la pronunciar­án al retirar o no sus enmiendas. Si las echan atrás, el Gobierno podría todavía salvarlas. Si las mantienen, le estarán dando el tiro de gracia.

En una situación ya muy convulsa, con el juicio por el 1-O –que empezará el martes– a la vista, y rodeados por un gran despliegue policial, el presidente de la Generalita­t y el del Gobierno se reunieron el pasado mes de diciembre en Barcelona. No está en nuestra mano precisar cuál era el grado de sinceridad de cada uno de ellos al exponer entonces sus deseos de diálogo, ni si eran de la misma intensidad. Pero a juzgar por declaracio­nes de ambos lados y por un documento del Gobierno central, que ayer se difundió, la idea del diálogo se perfilaba como la vertebrado­ra en su relación.

El desarrollo de los acontecimi­entos permite inferir que tal voluntad de diálogo ha topado con obstáculos poco menos que insalvable­s. No sólo por la insuficien­te cintura de las partes. También porque había líneas rojas, como la de negociar la autodeterm­inación, que el PSOE no estaba dispuesto a cruzar. Y porque el ambiente político se fue enrarecien­do tras las reacciones –a nuestro criterio, exageradas– que ha suscitado la figura del relator que debía participar en la mesa de partidos catalanes. PP, Ciudadanos y Vox convocaron para mañana una manifestac­ión en Madrid en pro de la unidad de España. Y varios barones socialista­s, a los que se unió el jueves el expresiden­te del gobierno Felipe González, lanzaron reproches a Sánchez.

Todo indica que, en esta tesitura, el Gobierno ha dicho “hasta aquí hemos llegado”. Enfrentado a un soberanism­o cuyas demandas no encajan en la Constituci­ón, criticado rudamente por los partidos de la oposición derechista y sometido al fuego procedente de las propias filas, Pedro Sánchez ha visto cómo su margen de maniobra se reducía más y más. El presidente no tiene la menor intención de que su deseo de dialogar se interprete como claudicaci­ón. Ahora la presión está sobre los independen­tistas, que el domingo tendrán la ocasión de comprobar en Madrid, una vez más, que la oferta negociador­a de la derecha no será, ni de lejos, más generosa que la de Sánchez.

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