Las infantas, tomadas de dos en dos
En las últimas cuatro generaciones de la familia real española se ha producido la coincidencia de las parejas de infantas. Las más desgraciadas fueron, sin duda, María Mercedes y María Teresa de Borbón y Habsburgo, hijas de Alfonso XII, muertas ambas a consecuencia de sendos partos cuando no tenían ni 30 años. Un poco mejor, pero no mucho, lo pasaron Beatriz y María Cristina de Borbón y Battenberg, hijas de Alfonso XIII, exiliadas tras la proclamación de la II República, en 1931, y marcadas por el estigma de la sospecha de ser transmisoras de la hemofilia, como lo fue su madre. Su padre las colocó con dos italianos millonarios habida cuenta de que ningún príncipe o rey, como sí hizo él, por cierto, al empeñarse en casarse con Victoria Eugenia, se arriesgaría a tener un hijo hemofílico. Sólo Leopoldo de Bélgica, viudo de la reina Astrid (la lady Di de los años treinta) y ya con dos hijos varones para sucederle en el trono (Balduino y Alberto) pidió la mano de María Cristina, pero esta, tras haber pasado por el trauma de ver a su padre perder el trono, dijo que no quería ser reina ni en sueños y acabó casada con otro viudo, el conde Enrico Marone,
dueño del vermut Cinzano. Beatriz de Borbón se casó con un industrial, Alessandro Torlonia,
ennoblecido para la ocasión, con quien creó una familia que tiene entre sus frutos a Alejandro Lequio, hijo del padre homónimo y de Ana Obregón. Álex Lequio
está estos días en Barcelona siguiendo su tratamiento contra el cáncer en la clínica Quirónsalud.
En la actualidad conviven tres generaciones de infantas, cinco mujeres que ostentan este título: Pilar y Margarita de Borbón, llamadas las mayores y hermanas del rey Juan Carlos; las medianas son Elena y Cristina de Borbón,
hermanas del actual Rey y, la pequeña, Sofía de Borbón, también hacía dúo de infantas con su hermana, Leonor, hasta que esta ascendió a princesa de Asturias.
La infanta Pilar se encuentra recuperándose en la clínica Ruber Internacional, en Madrid, de una operación de urgencia a la que fue sometida el pasado lunes debido una oclusión intestinal, la misma patología de la que ya fue operada en 1983. Nunca ha tenido, al igual que su hermana, Margarita, papel oficial puesto que, cuando su hermano Juan Carlos
asumió el trono, se redujo al mínimo la familia real para reafirmar que la monarquía renacida en 1975 era nueva y moderna, sin corte, ni privilegios para los parientes reales. Pilar y Margarita habían renunciado a sus derechos al trono tras casarse con personas no pertenecientes a una familia real, lo que también hicieron sus sobrinos Borbón Grecia sin que se les aplicara el mismo criterio.
Las infantas Elena y Cristina sí crecieron con papel oficial, que desempeñaron hasta la crisis del caso Nóos. Se apartó a la menor de los actos de representación y, de paso, a la mayor, que compartió la suerte de su hermana con el propósito de suavizar la condena al ostracismo de Cristina. Tras la proclamación de su hermano, Elena y Cristina ya están en la misma situación (el segundo plano) que sus tías Pilar y Margarita, aunque la segunda, por más que haya sido de nuevo recibida en el seno familiar (sector padres) ya nunca superará el estigma de su paso por los juzgados, ni la estancia de su marido, Iñaki Urdangarin, en prisión.