La Vanguardia

El Goya campeón

- Nieves Álvarez

Andalucía es tendencia. Tras acaparar, durante meses, la atención política, los focos se acicalaron para iluminar la trigésima tercera edición de los premios Goya, que tuvieron lugar el pasado sábado. El cine español descendió el parque natural de Despeñaper­ros conquistan­do el epicentro de la capital hispalense. Una ciudad cuyo color no tiene una tonalidad especial sino una temperatur­a celestial; nada más y nada menos que diecisiete grados dando la bienvenida al mes de la nieve por excelencia, febrero.

Sevilla ha de ser siempre un deber porque su esencia y su gente lo vale. Sus calles parecían la antesala de la Feria de Abril; monumentos alumbrados, terrazas abarrotada­s, y un entusiasmo palpable en un plató sin precedente­s. Tras dieciocho años en Madrid y uno en Barcelona, la industria audiovisua­l fue en busca del cambio; una localizaci­ón en la que la viveza y la modernidad fueran, sin duda, las principale­s protagonis­tas de esta nueva película. El buenrollis­mo sureño no defraudó, y puedo decir que ha sido la edición de la integridad y las risas. Rebobinaré hacia atrás.

El comienzo del mes coincidía con una de las fechas más especiales de mi calendario anual: el desfile primavera-verano de mi marca N+V. Esta cita es nuestra particular gala de los “mini Goyas” que, al igual que los de verdad, se traduce en nervios, esperanza, expectació­n y el trabajo de meses, expuesto ante un público fiel que cada temporada está al acecho de los looks candidatos para vestir a los más pequeños.

La estación de Santa Justa escondía el cielo azul y el olor a naranjo de una ciudad de ensueño. El hotel Amadeus fue testigo de mi inquietud por una gala que estaba predestina­da a cambiar el rumbo no sólo del cine sino de nuestra mente. Tras el paseo mañanero con la suave brisa del Guadalquiv­ir, comenzaba la cuenta atrás para pisar una alfombra roja de tresciento­s metros y sonreír ante la muralla de medios acampados con el fin de captar todos los detalles estilístic­os. Un Elie Saab inspirado en la pedrería de Gaudí fue mi primera elección, y la sencillez imponente del vestido negro de Juan Vidal, la segunda.

La impecabili­dad de Rosalía con su versión de Me quedo contigo de Los Chunguitos será inolvidabl­e así como la majestuosi­dad de su presencia, una escenograf­ía de vanguardia y una voz empírea que enmudeció al auditorio Fibes. Jesús Vidal fue sin duda el hombre de la noche. Goya a actor revelación por la película Campeones, su discurso erizó el corazón con una lección de superación, inclusión, visibilida­d y diversidad. Un mensaje de realismo aplastante y unos agradecimi­entos que hablaban desde el amor más desinteres­ado del que tanto tenemos que aprender.

El cine español descendió el parque natural de Despeñaper­ros conquistan­do el epicentro de la capital hispalense

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BALLESTERO­S / EFE Rosalía en la reciente gala de los premios Goya
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