La Vanguardia

La buscadora romántica

ROSAMUNDE PILCHER (1924-2019) Escritora británica

- PABLO CUBÍ

Cuando en 1988 apareció la novela Los buscadores de conchas ,la crítica del New York Times fue todo un indicio de lo que vendría: “Rosamunde Pilcher, ¿dónde has estado toda mi vida?”. Aquella novela que convertirí­a a Pilcher en una de las grandes figuras de la literatura romántica, supo salirse del encasillam­iento habitual de este tipo de novelas y ampliar su público de un modo pocas veces visto, gracias a un estilo adictivo que te engancha a la trama.

Aquel viaje de la hija de un pintor, que repasa su vida y amores en tiempo de guerra, se pasó siete meses entre las novelas más vendidas en Estados Unidos, se tradujo a cerca de 50 idiomas y superó los diez millones de ejemplares. Pero la pregunta del Times era pertinente. De dónde salía esta escritora británica, que triunfaba a punto de cumplir los 65 años.

“Todo lo que me gusta está en Los buscadores de conchas –explicaba Pilcher–. Bohemios, pintores y cuadros, el condado de Cornualles y el antiguo Londres.” Pilcher había nacido en ese querido Cornualles que describía. Hija de un comerciant­e desplazado a Birmania, se pasó casi toda su infancia sola con su madre y su hermana en una casa apartada junto al mar. La propia escritora reconoció que esa soledad fue la que impulsó su imaginació­n. Durante la Segunda Guerra Mundial se puso a trabajar para el Ministerio de Exteriores como secretaria. Tras pasar por varias oficinas, la destinaron a Sri Lanka, que por entonces era la colonia de Ceilán. Allí empezó a escribir relatos cortos para revistas femeninas.

Tras la guerra, volvió a Inglaterra, se casó y tuvo cuatro hijos. Se centró en su familia, aunque no dejó de escribir. Sus tramas se pergeñaban entre una y otra tarea doméstica. La guerra y la gente que había conocido mientras estuvo en el Ministerio de Exteriores resultaron una fuente casi inagotable de ideas.

Sus novelas y relatos cortos se movían en los cauces habituales de las relaciones. El amor, la familia y la pérdida eran los soportes de sus tramas, aunque observados en una perspectiv­a a veces incluso dura. No buscaba un sentimenta­lismo fácil. Sus historias eran fácilmente identifica­bles, plagadas de mujeres fuertes, en casas señoriales y paisajes idílicos. El sexo, intuido, y los hombres, compañeros educados. Así escribió ocho novelas, bajo el seudónimo de Jane Fraser, y numerosos relatos. Le daban independen­cia económica, aunque aún no la fama.

Esto cambió cuando un editor estadounid­ense, Tom Dunne, vio su potencial. Fue quien la animó a embarcarse en un proyecto más ambicioso. Dos años después veía la luz Los buscadores de conchas. Curiosamen­te, nunca fue su Inglaterra natal su mejor mercado. La fama que consiguió en Alemania superó y aún supera todas las expectativ­as. Cientos de alemanes viajan hasta la casa natal de Cornualles, convertida en un destino turístico. La editorial cifra en más de 15 millones los ejemplares que ha vendido en alemán.

Pilcher continuó escribiend­o, hasta el año 2000, que decidió retirarse con la novela Solsticio de invierno (adaptada luego para televisión como prácticame­nte toda su producción). Dejaba centenares de relatos cortos y más de una docena de novelas. Convertida en una de las escritoras más ricas y populares, el final de su vida fue un continuo reconocimi­ento y reivindica­ción de la novela romántica. Falleció el pasado jueves de un derrame cerebral.

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DIETHER ENDLICHER / AP

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