Carlus Padrissa
El ‘furero’ y la cotizada artista hacen vibrar al público de la Bayerische Staatsoper con su montaje de ‘Karl V’ de Krenek
DIRECTOR ESCÉNICO
El furero Carlus Padrissa revalida tándem con Lita Cabellut para sus montajes operísticos. La artista se ha encargado de pintar las escenografías, el vestuario y la videocreación de Karl V, de Krenek. Todo un éxito en la Ópera de Múnich.
Ha nacido un tándem estelar. Lita Cabellut y Carlus Padrissa levantaron ayer al público de la Bayerische Staatsoper de Munich de sus sillas con la adaptación de Karl V, la ópera de Ernst Krenek (Viena, 1900-California, 1991) sobre el emperador en cuyo reino nunca se ponía el sol. Ópera que, por cierto, se estrenó primero en Barcelona –unos pasajes a piano en el Palau de la Música– dos años antes que la puesta de largo en Praga, en 1938.
La cotizada pintora afincada en Holanda colabora por segunda vez con el furero Carlus Padrissa, pero ahora metiéndose de lleno en la concepción de la escena, brindando una quincena de lienzos, la videocreación que mágicamente dialoga con sus pinturas, el vestuario y la iluminación.
El director del teatro de Munich, esa plaza que nunca escatima en medios, no se podía creer lo que veía en el quinto montaje que encarga a La Fura dels Baus. Trece minutos de aplausos y bravos finales le corroboraban el éxito. Recordemos que esta ópera, la primera dodecafónica de la historia, narra las memorias y las culpas de Carlos V al final de sus días.
Cabellut y Padrissa logran transmitir en su puesta en escena las impresiones viscerales y poéticas de esas vivencias de un monarca educado bajo la influencia del humanismo de Erasmo de Rotterdam. Hablamos del emperador del sacro imperio romanogermánico (de 1520 al 1558).
“Imagínate, con esa ética y cualidades humanas tuvo que gobernar en momentos en que la imprudencia, la histeria, la incultura y la brutalidad eran el orden del día”, comenta una excitada Cabellut justo antes de la prèmiere. Lo que acabó de convencerla para esta colaboración fue que Padrissa quisiera representar también los desastres de las guerras actuales. “Porque estamos inmunizados con ese pásame la sal mientras en la pantalla el mar escupe inmigrantes”, dice la pintora.
El trabajo de Carlus y Lita entronca con el caleidoscopio que escogió Kremek –autor de la letra y la música– 80 años atrás para retratar las vivencias y últimas angustias del monarca. Padrissa, que llena la escena de espejos en los que el emperador se refleja, parte de ese momento decisivo en el que Erasmo sabe que Carlos V, al que conoce en la corte de Bélgica, se va a convertir en el monarca más poderoso de su tiempo. El heredero tiene tan sólo 16 años y bien merece un breve tratado de educación política.
“La de Erasmo es una obra que coincide en el tiempo con la Utopía de Tomás Moro y El Príncipe de Maquiavelo”, señala Padrissa. El erasmismo protestaba contra los abusos y defendía una reforma de los reinos, de la Iglesia y del hombre. Dos años después, Carlos V autorizaba a Magallanes a realizar la mayor gesta: dar la vuelta al mundo , lo que despertó en él un ansia de globalizar el humanismo.
Este montaje en claroscuros comienza con una Anunciación de Tiziano, para luego hacer un guiño a Miguel Ángel, con acróbatas ascendiendo a los cielos, y referencias al Bosco. El vestuario sideral convierte las puntas de la corona de Carlos V en una cresta punk que luce el barítono danés –maravilloso, increíble– Bo Skovhus. Por su parte, Juana la Loca, la madre del rey, lleva por atuendo los huesos que siempre cargaba de su marido,
El público de Munich dedica 13 minutos de aplausos con merecidos bravos al apoteósico trabajo de La Fura
Felipe el Hermoso.
“Quiero presentar la brutalidad de una manera bella, porque a la belleza nunca podremos hacernos inmunes”, dice Lita en el entreacto. Ese es el poder del arte, cuando es rotundo y honesto. Esta ópera toca temas como la violación como arma de guerra y el radicalismo, hermano del miedo.
Como brindis final, un recuerdo para el añorado periodista César López Rossell, a quien una de las sopranos de la velada le dedica una de sus canciones preferidas, de Serrat.