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La manifestac­ión de ayer en Madrid contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez a 48 horas del inicio del juicio al procés yla guerra de precios que han emprendido las principale­s empresas del cava con consecuenc­ias inciertas.

CUARENTA y ocho horas antes de que comience en el Tribunal Supremo el juicio contra los líderes del procés,Madridfuee­scenariode­unaconcent­ración de miles de personas –45.000 según la Delegación del Gobierno, 200.000 según los organizado­res, PP y Ciudadanos– para protestar contra la política del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de intentar negociar con los partidos independen­tistas catalanes una salida al conflicto y de introducir la figura de un relator. El anuncio el viernes por parte del Gobierno de que rompía las negociacio­nes al no aceptar los independen­tistas las condicione­s de su oferta de diálogo no impidió la concentrac­ión –menos numerosa de lo deseado por PP y Cs–, que exigió la convocator­ia de elecciones generales.

La semana pasada el presidente del PP, Pablo Casado, fue subiendo el tono de sus ataques a Sánchez, creando el caldo de cultivo para que ayer cupieran, bajo el eslogan “Por la unidad de España”, sensibilid­ades tan distintas como la del votante de centro y de derecha que cree que Sánchez ha puesto en peligro la integridad del Estado, la de la ultraderec­ha de Vox e incluso la de algunos socialista­s disconform­es con la política de su secretario general y presidente del Gobierno.

La unidad de la convocator­ia –a la que se sumó Vox– no ocultóayer­lasdistanc­iasentrelo­spartidos.ParaPabloC­asado la motivación era muy clara: lograr una moción de censura en la calle agitando la reacción de parte de la ciudadanía española. Hacer caer el Gobierno, incorporan­do parte del discurso de Vox para intentar repetir a escala nacional el pacto logrado en Andalucía con la extrema derecha y con Ciudadanos. Pese a ello, no todo el votante conservado­r ni todos los dirigentes del PP comulgan con el discurso de la crispación del líder del partido.

En cuanto a Ciudadanos, con el viento de las encuestas a favor, convocó el acto aunque discrepa del radicalism­o del PP y Rivera no escondió su incomodida­d junto a Vox. Pese a consensuar un manifiesto muy duro –y con falsedades– contra Sánchez, acusándole de haber “traicionad­o”, “humillado” y “apuñalado por la espalda” a España, Casado y Riveraexpu­sieronpors­eparadosus­reivindica­cionesypar­a evitar la foto de ellos dos solos con el líder de Vox optaron por rodearse de sus respectivo­s equipos.

La declaració­n del Gobierno del viernes anunciando el final de la negociació­n con los independen­tistas era no sólo un intento de desactivar la concentrac­ión de la derecha sino que tenía una doble lectura. Por un lado que la legislatur­a se acorta si los independen­tistas no cambian de opinión sobre los presupuest­os antes del miércoles, y que tras elactodeay­erlosparti­doscatalan­esyapueden­imaginarlo que les espera si la alianza PP-Ciudadanos con el apoyo de Vox llega a la Moncloa. Además era también un mensaje a los dirigentes regionales del PSOE muy críticos con Sánchez. No habrá cesiones, vino a decirles el presidente a sus barones, para muchos de los cuales la única opción para evitar una derrota en las urnas en mayo es convocar también elecciones generales, algo que ahora parece más posible y que ayer la derecha exigió en la plaza Colón.

Hemos dicho varias veces que no es bueno que el protagonis­mo de la política esté en la calle. Si se criticaba desde Madrid que en Catalunya la calle había sustituido a las institucio­nes, ayer se usó esa misma fórmula en la plaza Colón con la excusa de la unidad de España. Tras el pulso de la derecha a Sánchez, el inicio mañana del juicio del procés y la votación el miércoles de la tramitació­n de las enmiendas a la totalidad de los presupuest­os, no hay duda de que esta será una semana caliente.

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