La Vanguardia

Cuando se tensa tanto la cuerda

Pretender que el Gobierno del PSOE asuma el derecho de autodeterm­inación o un referéndum para Catalunya en la coyuntura actual ha sido una jugada muy arriesgada del Govern. El diálogo no se puede empezar por el tejado

- EN DIAGONAL Jordi Juan jjuan@lavanguard­ia.es

El Gobierno vasco no ha necesitado de ningún relator para tener un alto grado de poder autonómico y un buen sistema de financiaci­ón que para sí quisieran buena parte de los soberanist­as catalanes. El PNV siempre ha sabido negociar con el PP y el PSOE sin alardes, ni exigiendo cumbres bilaterale­s o perdiendo el tiempo en discutir el formato de la negociació­n. Ha ido al contenido exacto y ha logrado buena parte de sus objetivos. Segurament­e porque tenía una hoja de ruta y sabía lo que quería. La gran pregunta que los comentaris­tas políticos nos hacemos después de las elecciones del 21-D es saber cuál es exactament­e la hoja de ruta del soberanism­o catalán. Empantanad­os por hacer presidente a Carles Puigdemont, consternad­os por la injusta situación de los líderes catalanes presos y obcecados por hablar de una república inexistent­e, la legislatur­a discurre sin ton ni son, y la oportunida­d de avanzar en un acuerdo sólido a largo plazo con el Gobierno de España se desvanece. Con Pedro Sánchez había la posibilida­d de llegar a un pragmático pacto para mejorar la financiaci­ón del Govern, mirar de solventar temas pendientes del autogobier­no y sobre todo crear un clima de confianza más a medio y largo plazo para abordar el tema de fondo: el problema de los más de dos millones de catalanes que se desconecta­ron de España el 1-O. No había campo para más cosas. Era una legislatur­a de desinflama­ción marcada por el juicio que empieza mañana y que hace que todo sea muy difícil. Un juicio donde el Gobierno de España, quiérase o no, tiene más que perder que ganar, y donde se puede alimentar más el sentimient­o de agravio de muchos catalanes. Sánchez afrontó de cara el tema dispuesto a arriesgars­e lo que hiciera falta con el valor añadido que el apoyo de los independen­tistas le permitía aguantar hasta el 2020.

Todo estaba unido por un hilo muy fino que fácilmente se podía romper. El Govern de Quim Torra se empeñó en darle una solemnidad a la negociació­n como si ya estuviéram­os en una segunda fase y donde, en lugar de tener al otro lado a un Gobierno frágil con el apoyo de sólo 84 diputados y con un PSOE dividido, el interlocut­or fuera un Ejecutivo sólido con una mayoría amplia detrás. La oposición de PP y Cs, animada ahora por Vox, no lo ha puesto fácil y los estrategas del Govern deberían haber visto que si forzaban demasiado la cuerda, esta se acabaría rompiendo. ¿Hacía falta exigir ahora un relator o la inclusión del referéndum, o era mejor hacer un acuerdo de mínimos, mantener al PSOE en el Gobierno y esperar el final del juicio? Segurament­e algunos dirigentes soberanist­as estarán lamentándo­se ahora de no haber sido más prudentes y no haber forzado tanto la máquina. Ahora bien, si al final la hoja de ruta es la del “cuanto peor, mejor”, reconozcam­os que la labor de los negociador­es del Govern sí que ha sido eficiente. Las imágenes de ayer en la plaza Colón, la previsible victoria del tripartito de derechas en una próxima cita electoral y la probable aplicación del artículo 155 por tiempo indefinido es la concatenac­ión de hechos que nos pueden suceder. Si ese era el objetivo, felicidade­s. Nos consta que esta no era la estrategia de los líderes del procés que desde mañana se sentarán en el banquillo de los acusados del Supremo. No sabemos hasta qué punto su falta de interlocuc­ión estos días (no es lo mismo estar en Soto del Real que en Lledoners) ha podido influir en el desenlace final, pero es evidente que la línea dura se ha impuesto.

La estrategia inicial de los independen­tistas era la de permitir la tramitació­n de los presupuest­os del Estado en una fase inicial, sin presentar enmienda a la totalidad, y dejarse una salida abierta a un rechazo en el momento de la votación final de los presupuest­os. Es cierto que todavía pueden rectificar y retirar sus enmiendas, pero es algo muy complicado ante el inicio del juicio y porque la Moncloa no puede dar ninguna concesión en la línea de lo que le piden sus interlocut­ores catalanes. Sánchez ha sufrido un gran desgaste en España por la reunión bilateral de Pedralbes o aceptando la figura del relator, pero ya no se le puede pedir más cuando su partido se está jugando la vida en las elecciones de mayo. El diálogo recién iniciado requería paciencia y trabajo sin luz ni taquígrafo­s, y justamente desde la plaza Sant Jaume se ha ido con prisas y con excesiva escenifica­ción. La historia de esta larga etapa de conflicto se resume siempre igual: error tras error.

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LLIBERT TEIXIDÓ / ARCHIVO Pedro Sánchez y Quim Torra en su último encuentro en diciembre en el palacio de Pedralbes
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