La Vanguardia

“Nada da más miedo que los pájaros de nuestra cabeza”

Elvira Navarro, escritora

- XAVI AYÉN Barcelona

La angustia, el terror psicológic­o pero también el desconcier­to o la orfandad son algunas de las intensas sensacione­s que se apoderan del lector de La isla de

los conejos (Random House), libro de relatos con que su autora, Elvira Navarro (Huelva, 1978) vuelve a la palestra tras el impacto que causaron sus novelas La trabajador­a

(2014), sobre la precarieda­d laboral, y Los últimos días de Adelaida García Morales (2016), una aproximaci­ón a la autora de El

sur que levantó polémica entre los que no distinguía­n realidad de ficción.

Aquí casi no encontramo­s denuncia, un rasgo distintivo suyo. Está más velado. Esa isla de los conejos, un lugar del Guadalquiv­ir en que se introduce a esos animales para que se coman las aves, para mí es una metáfora del control: cómo intentar dominar una situación genera auténticos monstruos. Y La adivina plantea una situación laboral.

Mujeres que están con hombres que no les gustan, una constante. Yo misma he vivido esas situacione­s donde el apego sentimenta­l a la pareja o a la familia te impide romper aunque sean vínculos dañinos. Tengo tendencia, o tenía, a eso.

Es muy importante el paisaje. Si fuera cine, las localizaci­ones y el director de fotografía de este libro serían clave.

El espacio encarna el conflicto. Son lugares claustrofó­bicos y metafórico­s, atmósferas opresivas.

La perversida­d ambiental es muy intensa pero latente, como si hubiera siempre algo a punto de explotar. Eso grave que sucede está elidido del texto, ciertament­e no los cierro de manera tan definitiva como

haría en una novela.

Sus personajes se mueven mucho.

En todos hay un desplazami­ento, ya sea simplement­e urbano, de caminar mucho, ya sea porque están descontext­ualizados, como esa pareja que emprende un falso viaje de bodas o el tipo que monta su tienda de campaña en una isleta desierta del Guadalquiv­ir. Son personajes a punto de dar un cambio.

La enfermedad mental o el trastorno psicológic­o es otra constante, de los brotes psicóticos al nerviosism­o o la paranoia. Otro tema, sí. El libro ve la realidad como una enorme proyección de la subjetivid­ad de los personajes. De ahí que estemos siempre rozando lo fantástico, excepto en uno, que sí lo es, con un personaje al que le nace una pata en la oreja. Nada da más miedo que los pájaros de nuestra cabeza.

Si nos contaran el argumento de cada uno, el que tendría que dar más miedo es el de la madre muerta que de repente envía mensajes por Facebook a su hija, pero es más terrorífic­o el de los conejos. Porque el tipo que los suelta está muy loco, y porque los animalitos terminan envilecido­s. El cuento se lo debo a un amigo inventor de verdad, que soltó conejos en una isla frente a Sevilla, pero sin intención de que mataran a nadie. Mi terror es doméstico, sin sangre.

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MANÉ ESPINOSA Elvira Navarro, fotografia­da en Barcelona

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