“Nada da más miedo que los pájaros de nuestra cabeza”
Elvira Navarro, escritora
La angustia, el terror psicológico pero también el desconcierto o la orfandad son algunas de las intensas sensaciones que se apoderan del lector de La isla de
los conejos (Random House), libro de relatos con que su autora, Elvira Navarro (Huelva, 1978) vuelve a la palestra tras el impacto que causaron sus novelas La trabajadora
(2014), sobre la precariedad laboral, y Los últimos días de Adelaida García Morales (2016), una aproximación a la autora de El
sur que levantó polémica entre los que no distinguían realidad de ficción.
Aquí casi no encontramos denuncia, un rasgo distintivo suyo. Está más velado. Esa isla de los conejos, un lugar del Guadalquivir en que se introduce a esos animales para que se coman las aves, para mí es una metáfora del control: cómo intentar dominar una situación genera auténticos monstruos. Y La adivina plantea una situación laboral.
Mujeres que están con hombres que no les gustan, una constante. Yo misma he vivido esas situaciones donde el apego sentimental a la pareja o a la familia te impide romper aunque sean vínculos dañinos. Tengo tendencia, o tenía, a eso.
Es muy importante el paisaje. Si fuera cine, las localizaciones y el director de fotografía de este libro serían clave.
El espacio encarna el conflicto. Son lugares claustrofóbicos y metafóricos, atmósferas opresivas.
La perversidad ambiental es muy intensa pero latente, como si hubiera siempre algo a punto de explotar. Eso grave que sucede está elidido del texto, ciertamente no los cierro de manera tan definitiva como
haría en una novela.
Sus personajes se mueven mucho.
En todos hay un desplazamiento, ya sea simplemente urbano, de caminar mucho, ya sea porque están descontextualizados, como esa pareja que emprende un falso viaje de bodas o el tipo que monta su tienda de campaña en una isleta desierta del Guadalquivir. Son personajes a punto de dar un cambio.
La enfermedad mental o el trastorno psicológico es otra constante, de los brotes psicóticos al nerviosismo o la paranoia. Otro tema, sí. El libro ve la realidad como una enorme proyección de la subjetividad de los personajes. De ahí que estemos siempre rozando lo fantástico, excepto en uno, que sí lo es, con un personaje al que le nace una pata en la oreja. Nada da más miedo que los pájaros de nuestra cabeza.
Si nos contaran el argumento de cada uno, el que tendría que dar más miedo es el de la madre muerta que de repente envía mensajes por Facebook a su hija, pero es más terrorífico el de los conejos. Porque el tipo que los suelta está muy loco, y porque los animalitos terminan envilecidos. El cuento se lo debo a un amigo inventor de verdad, que soltó conejos en una isla frente a Sevilla, pero sin intención de que mataran a nadie. Mi terror es doméstico, sin sangre.