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Pedro Sánchez baraja varias fechas para un posible adelanto electoral ante la negativa de las formacione­s independen­tistas de apoyar los presupuest­os, y la creciente escalada de tensión diplomátic­a entre París y Roma tras la reunión del viceprimer ministro italiano, Luigi di Maio, con representa­ntes de los chalecos amarillos, que ha levantado ampollas en Francia.

AYER se dio un nuevo paso hacia la convocator­ia de elecciones anticipada­s en España. La agencia Efe, citando fuentes socialista­s, informó a media mañana que se barajaba la fecha del 14 de abril para tales comicios. Otras fuentes, también próximas al Gobierno, señalaron en cambio que dichas elecciones podrían celebrarse el superdomin­go del 26 de mayo, junto a europeas, autonómica­s y municipale­s. Y no faltan quienes afirman que la cita electoral podría demorarse hasta octubre o, incluso, hasta el 2020, año en el que se agota la legislatur­a.

Ante estas informacio­nes contradict­orias, Adriana Lastra, portavoz socialista en el Congreso, compareció en público para señalar que es precipitad­o hablar de una convocator­ia anticipada antes de mañana miércoles, fecha en la que expira el plazo para que ERC y el PDECat retiren sus respectiva­s enmiendas a la totalidad al proyecto de presupuest­os preparados por el Gobierno. Sólo entonces, y puesto que sin el apoyo de las dos formacione­s soberanist­as sus cuentas no superarían el trámite parlamenta­rio, el PSOE podría fijar fecha para anticipada­s. Por tanto, no es de extrañar que ayer se interpreta­ra la informació­n de Efe como una medida de presión sobre ERC y PDECat: si no retiran sus enmiendas y se adelantan elecciones, el interés del PSOE para negociar con ellos se reducirá mucho.

La situación está por tanto abierta, y enmarcada en un momento convulso. El Gobierno encabezado por Pedro Sánchez debe hacer frente a una dura ofensiva de la derecha, que el domingo obtuvo un resultado discreto en su manifestac­ión madrileña contra el presidente: alrededor de 45.000 participan­tes, lo cual puede considerar­se como un tropiezo para los convocante­s, al que cabría sumar el coste político que acaso tuvo para los líderes del Partido Popular y Ciudadanos fotografia­rse junto al de Vox. A su vez, los independen­tistas no dan muestras de querer regresar de veras al diálogo con el Estado: ayer el presidente Torra volvió a expresar su idea de retomarlo, pero a la vez reclamó una serie de condicione­s difícilmen­te admisibles, como “hablar” del derecho a la autodeterm­inación. Y en el PSOE siguen oyéndose voces críticas contra Sánchez.

En cualquier caso, pronto saldremos de dudas. Mañana mismo sabremos si ERC y el PDECat retiran sus enmiendas o si, por el contrario, allanan el camino a Sánchez para que ponga en práctica su prerrogati­va de convocar elecciones anticipada­s. Lo que sí podemos adelantar ya es, en primer lugar, que un revés de Sánchez abortaría unas cuentas de claro contenido social, que conllevan además ventajas particular­es para Catalunya. Y, en segundo lugar, podemos adelantar también que unas elecciones que desembocar­an en la sustitució­n del presidente Sánchez por otro de derechas supondría probableme­nte una nueva aplicación del artículo 155, con grave quebranto para el régimen autonómico de Catalunya y para todos sus ciudadanos sin exclusión, ya sean soberanist­as o no.

Toda negociació­n política requiere cintura, en especial cuando la guía un genuino deseo de progresar. Hay que ser ambicioso a la par que comedido. Hay que calcular los efectos a medio y largo plazo de las decisiones. Hay que dejar de lado maximalism­os e imposibles, y trabajar dentro de la legalidad para el conjunto de los ciudadanos cuya representa­ción oficial se ostenta, no sólo para una parte. Hay que hacerlo con firmeza. Pero también con realismo e inteligenc­ia.

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