La Vanguardia

El jefe del Pentágono evita hablar de retirada de tropas en su visita a Kabul

Los talibanes rechazan la oferta del Gobierno afgano de abrir oficina en el país

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Anunciar, como ha hecho Donald Trump, la retirada de tropas de Afganistán cuando todavía no se ha suscrito ningún acuerdo no es la mejor manera de cerrar una guerra de 17 años. De manera que cuando ayer aterrizó en la base de Camp Morehead, en Kabul, el secretario interino de Defensa, Pat Shanahan, lo primero que tuvo que decir fue que “no he recibido ninguna instrucció­n sobre la reducción de nuestros efectivos”.

Pat Shanahan, antiguo ejecutivo de la compañía Boeing, era el número dos del Pentágono hasta la dimisión, el 1 de enero, de James Mattis, motivada por las intencione­s de Trump de salir del otro gran escenario bélico, Siria. Su visita ayer a Afganistán parece responder más que nada a una toma de contacto con el país.

Shanahan dijo a la prensa en Kabul que “la presencia que queremos tener en Afganistán es la que nos asegure la defensa de nuestro territorio –léase Estados Unidos– y sostener la estabilida­d regional”. Fuentes oficiales estadounid­enses dijeron a la agencia Reuters que se está estudiando qué panorama quedaría tras una retirada de la mitad de los 14.000 efectivos (a los que se suman otros 8.000 de países aliados bajo el paraguas de la OTAN).

Para no pocos observador­es la idea de la retirada es hasta ingenua, porque se basa en la asunción de que los talibanes cumplirán la primera de las condicione­s del borrador de acuerdo pactado el pasado enero: retirada de las tropas extranjera­s a cambio de impedir que organizaci­ones terrorista­s –es decir, Al Qaeda y el Estado Islámico– sigan implantada­s en el país.

Fuentes del Gobierno afgano dijeron a la agencia Reuters que la mera propuesta de que las tropas de EE.UU. se marchen es peligrosa. “Desde luego, esto ha dado ventaja a los talibanes, sin ninguna duda”, dijeron estas fuentes en condición de anonimato.

No deja de sorprender que el general Joseph Votel, comandante en jefe del Comando Central, cuando compareció ante el Senado la semana pasada calificó de grave error los planes de Trump de retirarse de Siria y en cambio dijo de Afganistán que “es nuestra primera oportunida­d real para la paz y la reconcilia­ción desde que comenzó la guerra”.

Por su parte, el negociador de la Casa Blanca para Afganistán, Zalmay Khalilzad, es optimista, después de seis días de conversaci­ones en Doha (Qatar). Ha habido “progresos”, dijo. El diálogo debe reemprende­rse el 25 de febrero y se supone que se hablará de cómo llegar a un alto el fuego. Khalilzad ha puesto cuidado en aclarar que su objetivo no es pactar la retirada sino llegar a un acuerdo de paz, y se ha atrevido a que “lo mejor para Afganistán” sería llegar a este “antes de las elecciones, previstas para julio”.

Ventaja de nuevo para los talibanes, que se reunieron en Moscú la semana pasada con políticos afganos de la oposición. El problema para Washington es que los talibanes siguen rechazando hablar con el Gobierno afgano, al que consideran un “títere” de los norteameri­canos.

El presidente Ashraf Ghani ofreció a los talibanes el pasado domingo tener una oficina en Kabul o donde quieran. Ghani lo dijo en la provincia de Nangarhar, un feudo talibán en la frontera con Pakistán. Es una oferta singular, pero la dirección política talibán la ha rechazado e insiste en cambio en que su oficina en Qatar sea reconocida por todo el mundo, incluida la ONU.

Donald Trump ha jugado con la vieja idea, repetida en los últimos años, de que los talibanes están “cansados” de luchar. Así lo dijo el 3 de febrero a la CBS. Pero esto choca con la realidad. Según las propias estimacion­es del Pentágono, a finales de enero el Gobierno afgano controlaba el 53,8% de los 407 distritos del territorio, pero otros expertos calculan que sólo controla el 35%. El resto está o en manos de los talibanes o en conflicto permanente.

La semana pasada, dos docenas de soldados afganos fueron muertos en el ataque a una base en el norte de Kunduz, provincia siempre asediada por los talibanes. De otro lado, tampoco hace ningún bien a los norteameri­canos que 21 civiles –mujeres y niños incluidos– murieran en un ataque aéreo el pasado fin de semana.

La idea de Trump de salir de Afganistán “ha dado ventaja a los talibanes”, critican en el Ejecutivo de Kabul

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IDREES ALI / REUTERS Pat Shanahan, ayer a su llegada a Kabul, junto al general Scott Miller, jefe de las fuerzas de la coalición

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