Grave crisis entre París y Roma
EL apoyo del Gobierno italiano al movimiento de los chalecos amarillos que incendia Francia de protestas contra la política del presidente Macron es una injerencia del todo inaceptable, y que no tiene precedentes en la historia reciente, entre dos países europeos que son socios y aliados. La gota que colmó el vaso fue el encuentro en París, el martes pasado, del viceprimer ministro italiano Luigi Di Magio, líder del antisistema Movimiento Cinco Estrellas, con los principales dirigentes de los chalecos amarillos, a quienes ofreció apoyo logístico y unir sus fuerzas de cara a las elecciones europeas. No es extraño que el Gobierno galo considerase este hecho como una grave provocación, que afecta a las relaciones entre ambos países, y que, por tanto, llamase a consultas a su embajador en Roma.
Lo sucedido abre un escenario preocupante por el extraño papel que desempeña Italia, dirigida a medias por el populismo antisistema y por la extrema derecha, en la política europea. Una crisis diplomática como la actual, con llamada a consultas de los embajadores, no se producía entre ambos países desde la declaración de guerra en el año 1940.
Para Francia, tener desacuerdos, como los múltiples que mantiene con Italia, es una cosa, pero instrumentalizar la relación con fines electorales es otra. En una nota pública el Ministerio de Asuntos Exteriores galo llegó a decir que los italianos violan el respeto a la elección democrática, hecha por un pueblo amigo y aliado, así como el respeto que se deben dos gobiernos elegidos libre y democráticamente.
El líder del Movimiento Cinco Estrellas justifica que se reunió con los chalecos amarillos como secretario general de su partido y no como vicepresidente del Gobierno italiano para buscar una alianza entre dos formaciones que persiguen las mismas reivindicaciones sociales y políticas. Pero, como es lógico, esta explicación no ha satisfecho a Francia. El socio de Gobierno de Di Maio, Matteo Salvini, líder de la Liga, de extrema derecha, apoyó asimismo en declaraciones recientes al movimiento de los chalecos amarillos, dado que en él también militan simpatizantes de la extrema derecha, en una extraña mezcla que canaliza la protesta popular que se registra en el país vecino.
Habría que poner fin a la escalada de tensión entre ambos países y restablecer un clima de respeto y diálogo como corresponde a dos socios y aliados. Sin embargo. lo especialmente preocupante, como hemos dicho, es la deriva en la que ha entrado Italia, la tercera potencia europea, con el auge del populismo y de la extrema derecha, con su voluntad de extender su influencia más allá de sus fronteras, como demuestra lo sucedido con los chalecos amarillos ,ysin capacidad, además, para hacer frente a sus problemas internos económicos y sociales.