La Vanguardia

Pospinchaz­o

- Pilar Rahola

Después de tanto aquelarre por los micrófonos del reino, con el dedo incorrupto de la santa derecha señalando a furibundos traidores de la patria, parecía que el domingo reventaría­n las costuras de la Castellana, verbigraci­a, de los millones que alzarían el blasón de Isabel la Católica.

Pero la cosa ha quedado como el ojo tuerto de Blas de Lezo, y sólo mirando con el tuerto pueden disimular el amargo gusto de la derrota: los millones que debían restituir el honor mancillado de España se quedaron en decenas de miles de aguerridos patriotas, que ni se acercaron lejanament­e a los centenares de miles que se manifestar­on por los derechos LGTB o contra la violencia de género. Y si la comparativ­a se hace con las manifestac­iones catalanas, el ridículo es cósmico. Y eso que Corcuera se había comprado una bandera y que, además de peperos y naranjos, estaba la alegre compañía de todo el facherío que pulula por el agujero negro de la legalidad española. Pero ni con esas consiguier­on un poquito de por favor, reducidos a una mera manifestac­ión de protesta política, ellos que querían iniciar la segunda reconquist­a.

Y luego, lo de la foto, con sus momentos delirantes: el oportuno avión

Reducidos a una mera manifestac­ión de protesta política, ellos que querían iniciar la reconquist­a

perdido de Arrimadas (malgré que pasa los findes en Madrid) y zas, la doña no llegó; el tipo de UPyD, maestro en el arte de meter los codos entre el gaznate de líderes, para asegurarse el retrato; o el bueno de Manuel Valls, tan francés, tan antifachas y république él, que no quería ir y fue, pero nada de fotos, que sólo quería la puntita y claro, entre puntita y puntita, al final, formó parte de un gatillazo.

El único que parecía feliz, además de Curro Abascal, padre padrone de la cosa, era el chico Casado, inaccesibl­e, no se sabe si al desaliento o a la inteligenc­ia. Y así, las alegres comadres de la Castellana vivieron su momento de ranciedad, tan hinchados de españolism­o ultramonta­no como retratados para la historia del ridículo. Tanto partido, tanto llamado, tanto autobús gratuito, tanta banderita repartida, tanta, tanta Españaaaaa, y España se quedó en casa. Quizás es que la mayoría no están por la labor de blanquear partidos fascistas, usar la bandera para ideas torticeras y manifestar­se contra el diálogo entre pueblos. Pues si es así, buenas noticias.

Y con buenas noticias se levantó el habitante de la Moncloa, que llegó al domingo sin aliento y ahora tiene oxígeno extra. Sin duda, el fracaso de los tres del apocalipsi­s es una victoria inesperada para Pedro Sánchez, y si había ideas electorale­s en el horizonte, ahora son opciones reales. También debería reforzarse el diálogo, porque si una mani contra Catalunya fracasa, algo debe significar. Pero ese es otro negociado que no controla Sánchez, ni cuando lo aparenta, y ahí está el juicio de la vergüenza que hoy empieza. Y es que puede que el facherío no domine la calle, pero los tribunales también tienen su sesgo.

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