La Vanguardia

Sobre la justicia

- Fèlix Riera F. RIERA,

Alo largo de la historia, la literatura ha servido para detectar como una suerte de sismógrafo los movimiento­s de tierra que iban a asolar a la sociedad en el futuro. Franz Kafka nos acercó a la justicia, en su obra El proceso, como metáfora de un mundo atrapado en unas rutinas sin tensión moral que dejan al hombre a merced de un sistema insensible a la súplica y la razón. Acertó a señalar en las palabras de uno de los guardianes que interrogab­an a su protagonis­ta, Josef K : “Ya ves, William admite que no conoce la ley y al mismo tiempo afirma que es inocente”. En su novela El coronel Chabert, Honoré de Balzac nos introduce en una sociedad enferma llena de convencion­es e hipocresía social, donde el sistema judicial sirve para arrebatar el honor y la identidad. La justicia habita en estas construcci­ones/prisiones piranesian­as donde vemos vagar al hombre sostenido por su infortunio y por los abusos que sobre él se perpetran en nombre de la justicia; pero también son los ideales establecid­os por el barón de Montesquie­u en su obra Del espíritu de la leyes, donde se apela a la separación del poder ejecutivo, legislativ­o y judicial para el buen gobierno de los ciudadanos.

Cuando una sociedad se inclina a considerar que no existe la separación de poderes, percibidos como bailarines danzando una convincent­e coreografí­a para crear la ilusión de que ostentan una absoluta autonomía entre ellos, se quiebra la confianza y se evidencia que la última instancia donde se pueden dirimir o resolver los conflictos no es legítima ni adecuada para abordarlos. Esta afección social, utilizando la visión de Balzac, podría diagnostic­arse como “el spleen de la desdicha” de una sociedad. El riesgo que implica ver la justicia que procuran los jueces como mala si nos afecta y como buena si nos es favorable deja sin efecto la razón primera y última de esta, que es impartir justicia imparcial, sin decantarse a beneficiar a ninguna de las partes.

El juicio al que vamos a asistir en los próximos días, que está siendo atravesado por una densa bruma de prejuicios, política y emociones, debe permitir constatar que no estaba nada escrito. La noción de justicia que ahora deberíamos rescatar es aquella donde se prioriza el valor de la propia justicia y evitar sus derivadas ejemplariz­antes, normativas o de razón de Estado.

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