Detenido un contorsionista que antes de ir a robar consultaba su horóscopo
El sargento de los Mossos d’Esquadra que ha dirigido la investigación contra la banda que en el último año asaltó una veintena de bares de Barcelona con butrón, abriéndose paso a través de un orificio en la pared, desea algún día poder tomarse un café con el jefe. Tendrá que esperar: el individuo, un rumano de 55 años, ingresó la semana pasada en prisión. No pudo negar la autoría de los asaltos. Acróbata, yogui y con una elasticidad asombrosa, lograba introducir su cuerpo en agujeros imposibles.
La banda empezó a actuar en el primer trimestre de marzo, asaltando un bar regentado por chinos en Nou Barris. El robo llamó poderosamente la atención de la unidad de investigación del distrito. El orificio que habían hecho en la pared era de dimensiones muy pequeñas, y llegaron a sospechar que pudieron utilizar a un menor. Además, en el interior del local los ladrones habían estado el tiempo suficiente para saquear todo lo que encontraron, no se limitaron a reventar los portamonedas de las máquinas tragaperras o las del tabaco. Se llevaron botellas buenas y electrodomésticos.
Los investigadores trabajaron a conciencia ese asalto. Se identificó un vehículo a nombre de un rumano que ni siquiera vivía en España. Ese coche estaba reseñado por la policía y aparecía relacionado con un español que había sido detenido en València en el 2016 por robos con butrón. Los Mossos interrogaron a personas cercanas al bar que reconocieron al hombre como el individuo que, acompañado de un perro, no se movió de los alrededores del bar los días previos al robo.
A partir de ese dato, los investigadores tiraron y llegaron hasta un tipo curioso. Un rumano de 55 años que cuando salió de prisión, en València, se trasladó a Catalunya con su compinche de toda la vida, el perro, y una pareja de jóvenes, una venezolana y un español, a los que ficharon para las labores de planificación y vigilancia.
Cuando llegaron hasta el jefe los Mossos ya tenían una carpeta con robos que sólo podían ser obra de esa banda. Por las diminutas dimensiones del orificio y el tiempo que estaban en el interior. El tipo resultó ser un yogui, que en el 2010 trabajó como acróbata en la Rambla y que era capaz de pasar horas escondido en el hueco de un ascensor mientras perforaba un agujero en una pared que comunicaba con un bar. Con el dinero de los robos se había comprado un terreno en mitad de un bosque en Sentmenat, donde vivía de forma austera, dedicando muchas horas al yoga, la meditación y la preparación meticulosa de sus asaltos. Antes de cada robo, consultaba el zodiaco para comprobar si era un buen día. Los mossos de la unidad de investigación de Nou Barris consultaron los suyos antes de adentrarse en el bosque para detenerle.