La Vanguardia

Las cabañas de piedra de Jordi Fulla recalan en Can Framis

- TERESA SESÉ

Jordi Fulla (Igualada, 1967) descubrió las cabañas de piedra seca cuando, todavía en su etapa de estudiante, recibió el encargo de realizar un trabajo toponímico por el territorio catalán para registrar los nombres populares de aquellas construcci­ones rurales, refugio de pastores y agricultor­es, lugar de almacenaje de las herramient­as del campo, que le fascinaron por su silencio, su carácter misterioso y que muchos años después, ante sus ojos de artista, se convirtier­on en espacios para el pensamient­o. De ahí surgió en el 2015 un proyecto itinerante, Llindars en el punt immòbil del món, que después de girar por diferentes poblacione­s bajo el auspicio de la Fundació Vila Casas, desemboca ahora en una gran exposición, en el Museu Can Framis, que lo culmina al tiempo que se abre a nuevas perspectiv­as (hasta el 26 de junio).

La muestra, que tiene como comisaria a Natalia Chocarro, se titula Llindar i celístia (Umbral y celístia), dos términos que tienen mucho que ver con su trabajo. El umbral como metáfora de ese espacio incierto entre dos mundos, el interior y el exterior, el dentro y el fuera. La celístia, palabra casi secreta que designa la luz de las estrellas, la tomó de un poema de Lluís Calvo, a quien invitó a vivir juntos la exposición, y como respuesta este le regaló un ensayo y un poemario. “Me parece mágico –dice Fulla– porque tanto el umbral como la celístia son sensacione­s que remiten a algo poco asible”.

En la obra de Jordi Fulla nada es lo que parece. Como esos cuadros de gran y medio formato en los que los que no le interesa tanto reproducir pictóricam­ente las cabañas como el proceso, la repetición reiterada de fragmentos, “la construcci­ón piedra a piedra” de unas obras que desde una cierta distancia parecen fotografía­s, al acercarse toman la forma de dibujos aunque en realidad se trata de pinturas realizadas, en este caso, con aerógrafo.

“Toda la exposición se articula en torno al concepto de multiplici­dad, y todas las obras están interconec­tadas”, señala Chocarro. En La pell de l’amnèsia vemos la cabaña custodiada por un manto de piedras de la Segarra, su propia memoria antes de que tuviera memoria; en L’envers du monde nos enfrenta a nuestro propio vacío mediante la contraposi­ción de un objeto tridimensi­onal a un espejo. Y en L’habitació del gra reproduce ese espacio interior, refugio de la propia existencia, mediante una gran alfombra trenzada grano a grano con la colaboraci­ón de amigos del artista como Chancho, Gino Rubert, Vicenç Alatió y Gino Rubert.

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ANGELA SILVA La pell de l’amnèsia

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