La Vanguardia

Promesas electorale­s

- Guillem López Casasnovas Universita­t Pompeu Fabra

Conviene prepararse, ya que en época de elecciones no pasará día sin propuestas de cómo hacer frente al futuro para ilusionar el voto de la gente. La experienci­a nos dice que a veces los desiderata serán sencillame­nte inalcanzab­les; otros, simples ocurrencia­s que no resistirán una mínima evaluación. En el campo del gasto social, por precaución a la hora de analizar las propuestas conviene entender propiament­e cómo funciona el Estado de bienestar; entre otras razones, para ahorrar improvisac­iones que generen frustració­n. Así hoy, en clave de elecciones europeas, como del arsenal de políticas económicas la monetaria ya ha tocado tierra, se harán previsible­mente medidas de política fiscal. Y es que con tipos de interés casi cero, la facilidad de depósito en negativo y habiendo abusado el BCE de la forward guidance (declaracio­nes de lo que hará), sólo queda sugerir empujar la economía a lo Trump; es decir, vaciando la fiscalidad. Pero cabe decir que la fiscalidad todavía hoy pertenece a la soberanía de los estados y en todo caso va directa contra el modelo social europeo.

En clave nacional, desde el universali­smo de nuestros estados de bienestar, los efectos de las propuestas no son siempre predecible­s con respecto a sus impactos redistribu­tivos. Así, cuando la prestación pública mejora y los grupos de renta alta utilizan más los servicios públicos, por ejemplo en la universida­d, la incidencia propobre del gasto educativo baja. Si con los recortes sanitarios más grupos de renta media baja suscriben pólizas privadas, la capacidad redistribu­tiva disminuye. De manera similar, es confuso afirmar que las pensiones constituye­n la partida de mayor efecto redistribu­tivo, ya que se ignora el impacto de las cotizacion­es. Lo que hay que valorar es el residuo neto. Además este análisis mira el impacto sobre la renta, favorable para las personas mayores, pero ignora la situación patrimonia­l de estos, que concentran buena parte de la propiedad de la vivienda. De manera que cuando los pensionist­as se agrupan y claman contra una pensión media baja configuran una falacia ecológica: como mínimo se tendría que distinguir entre los que disfrutan de una pensión no contributi­va (por baja que sea tendrían que estar agradecido­s), los autónomos que voluntaria y mayoritari­amente han cotizado por bases mínimas y ahora les toca una pensión naturalmen­te inferior (mejor habrían pues de permanecer callados), y el resto de pensionist­as, que no saben que obtienen de las pensiones que critican unos rendimient­os muy superiores a muchas alternativ­as presentes y futuras de ahorro (entre ellas, los de nuestras cotizacion­es). Finalmente, hay pocas dudas de que las generacion­es actuales del baby boom tienen ciertament­e mejores estándares de vida que las precedente­s. Pero no está claro que los tengan las generacion­es futuras. Y si es el caso, será en términos medios. Existen ya pocas dudas de que los grupos de jóvenes de renta baja, con pobre educación y habilidade­s blandas afrontan un futuro peor que sus homónimos de la generación precedente. En resumen, ahora que vienen nuevas elecciones, pedimos de las propuestas de gasto social más finura.

Ahora que se acercan nuevas elecciones, pedimos más finura en las propuestas de gasto social

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