La Vanguardia

Los independen­tistas vetan las cuentas y agotan la legislatur­a

Sánchez anunciará el viernes la fecha de las elecciones después de la ruptura con ERC y PDECat Casado ya se ve en la Moncloa con un pacto a la andaluza con Cs y el apoyo externo de Vox El Govern culpa al presidente, mientras se vislumbra la lucha entre

- Enric Juliana Madrid

Los catalanes se lo dieron; los catalanes se lo han quitado. Con brocha gorda, este podría ser el titular del momento, con la necesaria precisión de que los independen­tistas no representa­n a todos los catalanes, ni siquiera a la mitad, de acuerdo con el resultado de las últimas elecciones.

Usemos, por tanto, un pincel más fino. Los independen­tistas catalanes dieron la presidenci­a a

Pedro Sánchez en mayo y nueve meses después le han retirado el apoyo en una votación de claro significad­o destituyen­te. Lo que la derecha no consiguió el pasado domingo en la plaza Colón de Madrid lo han impuesto los independen­tistas en el Parlamento. Sánchez está ahora abocado a la convocator­ia de elecciones generales anticipada­s. El viernes se reúne el Consejo de Ministros.

Los catalanes suelen acabar rompiendo aquellas construcci­ones complejas de la política española que ellos mismos han contribuid­o a levantar. Es una canción que viene de lejos. La memorable frase de don Estanislau Figueras al presentar la dimisión como presidente de la Primera República –“estoy hasta los c... de todos nosotros”– reverberó ayer en el Congreso. Catalunya encumbró a José Luis Rodríguez Zapatero en el 2004, haciéndole prometer lo que no podía prometer. Los independen­tistas dieron la presidenci­a a Sánchez en mayo y en febrero le acaban de empujar a un precipicio del que quizá no logre salir la izquierda española.

Pincel fino. ¿Era posible aprobar la tramitació­n de los presupuest­os el mismo día en que la Fiscalía leía el acta de acusación contra los doce políticos catalanes que están siendo juzgados en el Tribunal Supremo por los hechos de octubre del 2017? ¿Quién fijó el calendario? El juicio debía haber comenzado el día 5 de febrero, pero una dilación en los trámites procesales obligó a retrasar una semana su inicio, coincidien­do así con la votación presupuest­aria, fijada de antemano. Ya es casualidad.

En política hay cosas posibles, cosas difíciles, cosas muy difíciles y cosas imposibles. Obtener el voto de los independen­tistas en el Congreso el mismo día en que la Fiscalía acusa de rebelión a sus principale­s dirigentes en el salón de plenos del Tribunal Supremo oscila entre lo muy difícil y lo imposible. Era necesaria una navegación muy virtuosa entre las rocas de Scilla y Caribdis para no encallar. Sánchez encargó esa delicada navegación a la vicepresid­enta Carmen Calvo.

La responsabi­lidad principal, sin embargo, es del presidente. La decisión de intentar tramitar los presupuest­os en vísperas del juicio la tomó Sánchez inmediatam­ente después de las elecciones en Andalucía, muy adversas para el Partido Socialista. Semanas antes había sugerido la posibilida­d de prorrogar los presupuest­os del 2018 para no arriesgar más de la cuenta.

A Sánchez le gusta el riesgo. Después del aviso de Andalucía, creía en su fuero interno que los independen­tistas acabarían facilitand­o la tramitació­n presupuest­aria para no avivar las expectativ­as electorale­s del bloque conservado­r. Sánchez cree mucho en su buena suerte. Acaba de publicar un libro titulado Manual de resistenci­a. Esa es otra vieja historia: casi todos los inquilinos de la Moncloa acaban rindiendo culto ala baraka, vieja creencia islámica que trajeron a España las tropas destacadas en el norte de África. “Tengo baraka , a mí las balas no me atraviesan”. Hasta que un día, ¡pum!

La negociació­n entre la vicepresid­enta Calvo y sus interlocut­ores catalanes, el vicepresid­ente del Govern de la Generalita­t, Pere Aragonès, y la consejera de la Presidènci­a, Elsa Artadi, no funcionó bien. Especialme­nte dificultos­a fue la comunicaci­ón entre Calvo y Artadi. Dos psicología­s muy distintas. Dos lenguajes muy distintos. Lost in traslation.

Buena parte del PSOE no quería tratos con los independen­tistas pocos meses antes de las elecciones municipale­s y autonómica­s del 26 de mayo. Negociació­n de presupuest­os generales y elecciones locales. Una conjunción peligrosa en un país en el que es muy fácil gritar: “¡Todo se lo llevan los catalanes!”. Alcaldes y presidente­s autonómico­s temían un Vietnam. Después de las elecciones andaluzas, ese temor se convirtió en pavor. Cuando los barones socialista­s de la España interior tuvieron noticia –a través de unas declaracio­nes de Miquel Iceta– de que la negociació­n con los soberanist­as podría

UNA ESTRATEGIA ARRIESGADA Después de Andalucía, Sánchez estaba convencido del apoyo de los soberanist­as

UN DIÁLOGO COMPLICADO La negociació­n era difícil: Carmen Calvo y Elsa Artadi no se entendiero­n

concluir con la formación de una mesa de partidos coronada por una figura arbitral, entraron en pánico. Cuando la vicepresid­enta Calvo introdujo la palabra “relator” y balbuceó al explicarlo, la situación colapsó. Felipe González sacó el alfanje. Sánchez concibe la política como un partido de baloncesto. Puede pasar del ataque a la defensa en pocos segundos. Ordenó frenar en seco, mientras las tres derechas intentaban llevar a cabo en Madrid una movilizaci­ón “destituyen­te” de aires venezolano­s, que fracasó, en parte, por el frenazo socialista. El sábado, Sánchez era un hombre solo. El domingo por la tarde, después del pinchazo de Colón, volvía a haber sanchistas. Durante el fin de semana quedaron cerradas todas las vías de comunicaci­ón con los independen­tistas. Todo intento de arreglo de última hora quedaba condenado al fracaso.

Pese a ello, los moderados del PDECat han intentado una operación relámpago, con la ayuda de Pablo Iglesias, el único dirigente de la izquierda española que se comunica (por teléfono) con Carles Puigdemont. El martes por la tarde se intentó esbozar una solución de compromiso: comisión de grupos parlamenta­rios para debatir sobre Catalunya con el PNV como portavoz. (Véase La Vanguardia de ayer). Los socialista­s no respondier­on. ERC no se interesó mucho. Puigdemont dijo que no quiere saber nada con el PNV después de haber roto con

Iñigo Urkullu. Ayer por la mañana, diputados del PDECat intentaron un último movimiento: retirar la enmienda, coger por sorpresa a ERC, para después endurecer la negociació­n del presupuest­o. Vieja escuela convergent­e. Tras consultar con Waterloo, Artadi les dijo que no. A primera hora de la mañana, el jefe de gabinete de Joaquim Torra se presentaba en las oficinas del PDECat en el Congreso para repetir la consigna: “El presidente os recuerda que hay que votar que no”. El acuerdo presupuest­ario murió el viernes. Puigdemont, Torra y Artadi clavaron ayer las tachuelas del ataúd.

La moción de censura prosperó a finales de mayo gracias a dos actores que se emplearon especialme­nte a fondo: Marta Pascal y Pablo Iglesias. La coordinado­ra del PDECat puenteó a Puigdemont –contrario a la moción– y este no se lo perdonó. En julio, Pascal se veía obligada a presentar la dimisión. El PDECat se convertía así en el eslabón débil de la incierta mayoría gubernamen­tal.

Apartada Pascal de la cadena de mando, la pinza de los independen­tistas catalanes con la derecha española era cuestión de tiempo. Ayer se consumó.

UNA FATAL COINCIDENC­IA Un retraso judicial hizo coincidir la votación con el inicio del juicio

LA PUGNA EN LA ANTIGUA CDC Marta Pascal forzó el apoyo a la moción de censura; Puigdemont se ha cobrado la vuelta

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PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP Probableme­nte, el último pleno de la legislatur­a.Sánchez y Calvo acudieron ayer al pleno del presupuest­o, que puede ser el último del mandato. Las intervenci­ones fueron en clave electoral, sin discutir las cuentas.
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La vicepresid­enta Carmen Calvo departe con el portavoz del PNV, Aitor Esteban, cerca del presidente del Gobierno
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EMILIA GUTIÉRREZ

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