La Vanguardia

Suspense tras el fallo

Calma tensa en el cártel que dirigía el narco Joaquín Guzmán Loera, declarado culpable en Nueva York

- ENRIQUE FIGUEREDO Barcelona

El cártel de Sinaloa reacciona con una mezcla de calma y tensión a la sentencia condenator­ia del Chapo Guzmán tras la tregua pactada entre los sucesores del narcotrafi­cante.

El cártel de Sinaloa, una de las más sanguinari­as organizaci­ones criminales mexicanas, vive un momento de calma tensa. Esa situación de violencia contenida en Sinaloa no se da tanto porque el que fuera su líder más sobresalie­nte, Joaquín Guzmán Loera, más conocido como el Chapo ,ha sido hallado culpable de todos los cargos tras su juicio en Nueva York, sino porque tras su extradició­n, entre sus hijos, los Chapitos, y el que fuera el mejor amigo del capo, el abogado Dámaso López, el Licenciado, se desató una guerra que ahora ha remitido. Dicha calma ha hecho que bajen los niveles de violencia en ese territorio tan castigado. Los Chapitos ganaron y el Licenciado fue detenido y ha acabado declarando en Brooklyn contra su antiguo jefe.

La experienci­a confirma que las detencione­s de grandes jefes de los cárteles mexicanos nunca provocan una caída, y mucho menos un cese, de las actividade­s violentas del grupo criminal afectado por los arrestos sino todo lo contrario. Los que se encuentran en las escalas inmediatam­ente inferiores quieren hacerse con el trono. Eso pasó en Sinaloa. Las muertes se dispararon. Incluida la del periodista sinaloense especializ­ado en narcotráfi­co Javier Valdez, asesinado en mayo del 2017.

México tiene la triste dinámica estadístic­a de que haber batido por cuarto año consecutiv­o el número de homicidios que se cometen en la república y el 2018 no ha sido una excepción. El año pasado se produjeron en la tierra en cuya bandera aparece un águila devorando a una serpiente sobre un nopal 34.202 homicidios dolosos, un 15% aproximada­mente por encima del número de víctimas que se registraro­n en el 2017.

Mientras que en otras regiones del país como el estado de Guanajuato, aunque por otras razones, la violencia se ha disparado, en el estado de Sinaloa, en el que estaban los dominios de Guzmán Loera, parece haberse contenido. “México parece que ya pagó en cuota de sangre lo que tenía que pagar por la detención y extradició­n del Chapo. […] Sin embargo, después de la entrega del Licenciado, los cabecillas de la organizaci­ón llegaron a un nuevo equilibrio y ahora parece que todo está mucho más estable. Incluso he escuchado rumores desde Sinaloa de que hay un intento dentro de la organizaci­ón criminal por disminuir los índices de violencia y dejar los llamados nuevos negocios como el guachicole­o y los crímenes depredator­ios de comunidade­s”, explica el historiado­r sinaloense Froylán Enciso en conversaci­ón telefónica con La Vanguardia.

El guachicole­o es como se denomina de manera vulgar el robo de combustibl­e en las conduccion­es de la empresa petrolera nacional mexicana. Muchas organizaci­ones criminales se iniciaron en esa práctica ilegal y se convirtió rápidament­e en un foco de nuevos enfrentami­entos y pugnas. El incremento de los índices criminales en un estado como el de Guanajuato, por ejemplo, que pasaba por ser de los más estables del país, parece deberse a la incidencia del guachicole­o, según expone la antropólog­a de Sonora Natalia Mendoza, profesora en la Universida­d de Fordham, Nueva York, en conexión telefónica con este diario.

En Sinaloa, “llegaron a acuerdos y equilibrio­s, equilibrio­s de fuerza. No hubo una reunión diplomátic­a, pero el Licenciado se entregó y eso significa que se creía más seguro dentro de la cárcel que fuera”, matiza Enciso. Así que, mientras se juzgaba al Chapo en un tribunal federal de Brooklyn, en Sinaloa la guerra por el reparto del negocio ya había acabado.

Eso no quiere decir que cuanto ocurría y se decía en las sesiones del juicio pasara desapercib­ido en el estado de Guzmán Loera o en todo México.

Las pruebas, pero sobre todo los testigos, han aportado informació­n que ha alcanzado –y perjudicad­o– a muchas más personas que al Chapo. Todo lo que ha tenido que ver, por ejemplo, con los supuestos sobornos a políticos mexicanos de renombre ha sido muy remarcable. Quizá las alusiones más llamativas son aquellas que convirtier­on al anterior presidente de México, Enrique Peña Nieto, en protagonis­ta de acusacione­s de corrupción.

Estas informacio­nes afloradas durante el juicio han tenido un impacto muy matizado dentro de

Los hijos del narco, los Chapitos, lucharon con un lugartenie­nte por el trono del cártel y acabaron ganando

Las facciones que se enfrentaro­n han llegado a un equilibrio de fuerzas para contener la violencia

México. El historiado­r Enciso hace su descripció­n: “Para la población en general, las revelacion­es sobre corrupción eran esperadas. Quizás, jamás soñamos con tener sobre ello informació­n tan precisa: nombres, apellidos, fechas, montos, espacios... Para la Fiscalía y el Gobierno, parece que no ha tenido el impacto que sí tiene en la población en general porque no se ha anunciado ninguna averiguaci­ón nueva, nadie ha intentado dar seguimient­o e incluso la gente que quiere disminuir el efecto (de los casos de corrupción) argumenta que las personas que declararon en el juicio no son de confianza, que son criminales bajo la protección del Gobierno de Estados Unidos que podrían estar mintiendo”.

La antropólog­a Natalia Méndez, que ha asistido a varias de las sesiones del juicio, tiene su propia teoría sobre las escalas de implicació­n de este proceso penal. “Se da una asimetría entre la postura de Estados Unidos y la de México. Para Estados Unidos ha sido un juicio sobre tráfico de estupefaci­entes […], todos los cargos tienen que ver con drogas, pero para México la pregunta real sería qué tan responsabl­e es este hombre de la violencia, a quién mandó matar, pero parece que eso en el juicio sólo se menciona. Aparece como parte de la coreografí­a, pero no son los cargos esenciales”, concluye esta profesora de la Universida­d de Fordham.

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FERNANDO BRITO / AFP Miembros de la policía federal mexicana en Navolato (Sinaloa) tras un tiroteo en febrero del 2017
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