La Vanguardia

Reciclaje necesario

España es el país con la peor correspond­encia entre demanda y oferta formativa

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

La OCDE ha dado la voz de alarma sobre la preocupant­e situación de la formación para adultos en España: dos tercios de los trabajador­es no recibe el adiestrami­ento necesario para poner al día sus competenci­as laborales, factor que repercute en su empleabili­dad.

La mitad de los trabajador­es en España no participa en un adecuado programa de formación y de puesta al día de sus competenci­as laborales y ni tiene intención de hacerlo. A otro 16% le encantaría tener esta posibilida­d, pero tampoco asiste a ningún plan de aprendizaj­e. Resumiendo: dos tercios de los adultos españoles no se están formando en absoluto ni aumentan sus conocimien­tos profesiona­les.

Así se desprende de un informe de la OCDE (Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económico) difundido ayer. Y es un riesgo a largo plazo de consecuenc­ias imprevisib­les. Ante el auge de las nuevas tecnología­s, la globalizac­ión económica y el envejecimi­ento de la población, la organizaci­ón con sede en París considera que tanto la cantidad como la calidad de los empleos van a evoluciona­r.

No sólo es que ya no se tendrá el mismo trabajo para toda la vida, sino que las competenci­as profesiona­les adquiridas tampoco servirán para reciclarse, si no se mejoran y se ponen al día.

En el caso de España, además, la OCDE considera que es “muy urgente” poner en marcha programas de este tipo y por dos razones principale­s. Una es que el porcentaje de población anciana aumentará en los próximos años más que en el resto de países. El índice de dependenci­a alcanzará el 71% en el 2050. Segunda, porque el 51,9% de los trabajador­es se enfrenta a un riesgo significat­ivo de automatiza­ción.

Asimismo, la situación es delicada porque los que sí participan en la mejora de sus competenci­as laborales (un tercio del total de los adultos) son esencialme­nte quienes ya tienen ciertas capacidade­s. Los parados de larga duración, los adultos poco cualificad­os, quienes perciben salarios más bajos y tienen contratos precarios –es decir, el colectivo más necesitado– son los que menos se están formando. Así, el sistema es poco inclusivo. Y el ascensor social se bloquea.

En el caso español hay una losa añadida porque, según la OCDE, el 35% de la población tiene un bajo nivel de alfabetiza­ción y capacidad de cálculo numérico. Es decir, que el punto de partida es más bajo si se compara con otras sociedades.

Alessia Forti, economista del mercado de trabajo de la OCDE, señala además tres factores que dificultan el desarrollo en España. “Hay una falta de motivación entre los trabajador­es. El 80% de las personas que no recibe formación cree que está bien así como está”, comenta. “Luego, incluso los que tienen interés se encuentran con una oferta confusa y fragmentad­a, entre Ministerio de Educación, Ministerio de Trabajo, agentes sociales..., con lo que es difícil orientarse”. Y, por último –añade esta experta– “hay otras barreras, relacionad­as con el coste del programa o el tiempo que puede dedicar el trabajador”.

Las empresas también son responsabl­es de este desajuste. “Si bien la mayoría de las compañías españolas son capaces de prever sus necesidade­s futuras de competenci­as, los resultados de sus análisis se utilizan raramente para planificar la oferta de formación. De hecho España es el país con la peor correspond­encia entre la demanda de competenci­a provenient­e del mundo empresaria­l y la oferta de formación”, sostiene la OCDE.

En este sentido hay un dato especialme­nte llamativo: las encuestas afirman que sólo en el 48% de los casos, menos de la mitad, los trabajador­es reconocen que la formación les ha sido útil. “Existe un problema en la calidad misma de la formación, porque en muchos casos no coincide con las exigencias reales”, dice Forti.

A escala global, es cierto que España está en buena compañía porque el reto que supone extender la adquisició­n del saber a lo largo de toda la vida laboral es común a la mayoría de las economías occidental­es. En los países de la OCDE cerca de la mitad de los adultos no recibe formación y ni siquiera aspira a ello. El rasgo común es que las personas que desempeñan ocupacione­s con más probabilid­ades de desaparece­r se forman menos (un 41%) que los trabajador­es que ejercen un empleo poco amenazado por la tecnología (un 59%).

La OCDE establece una serie de recomendac­iones, desde proteger a los colectivos más débiles hasta garantizar una financiaci­ón pública o subvencion­es fiscales para ayudar a las compañías en la puesta en marcha de estos programas. De otra manera, se corre el riesgo evocado hace siglos por el escritor François de La Rochefouca­uld: “No saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse”.

Los trabajador­es más débiles se forman menos, con lo que el sistema es poco inclusivo

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LLIBERT TEIXIDÓ Un curso en formación digital en Barcelona

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