La Vanguardia

La ruleta rusa

- Lola García

La frialdad de Adriana Lastra con los diputados independen­tistas en el Congreso se dejó sentir a primera hora de la mañana de ayer. De nada iban a servir los esfuerzos de Pablo Iglesias, que no quería dejar ningún balón por jugar. Ni de algunos diputados del PDECat, que lo intentaron hasta el último minuto. Los socialista­s han cambiado el chip. Es más, si los independen­tistas hubieran reconsider­ado su posición, habría caído como un jarro de agua fría en buena parte del PSOE.

Para Pedro Sánchez, el veto a sus cuentas es un fracaso después de haber intentado agotar la legislatur­a, pero la Moncloa es consciente de que quizá no encontrará una coyuntura más favorable para convocar elecciones: el PP sufre la sangría de Vox por más simbiosis que aplica Pablo Casado, Albert Rivera arrastra la foto con Santiago Abascal y Podemos aún está convalecie­nte de sus desgarros internos. Sánchez cree llegado su propio momentum.

Si las generales son en abril y Sánchez mejora sus resultados –consiga o no volver a la Moncloa–, el PSOE afrontará en mejores condicione­s las municipale­s y autonómica­s de mayo. Curiosamen­te, Sánchez se habrá colocado como muro protector de los mismos barones que han contribuid­o a moverle la silla. Y éstos harán campaña también para él.

El presidente va a soltar lastre del independen­tismo a partir de ahora. Y reprochará a Rivera que, mientras él abandonó la Moncloa para no transigir con los independen­tistas, el líder de Ciudadanos no se resistió al apoyo de Vox para entrar en el Gobierno andaluz.

Con todo, se demuestra que la cuestión catalana impregna la política española hasta el punto de poner y quitar gobiernos. Afrontar su resolución debería ser prioritari­o para quien aspire a la Moncloa. Las condicione­s para entablar una negociació­n eran endemoniad­as. La mesa de partidos y el relator quizá no eran un punto de partida, pero sí podían constituir una pista de aterrizaje en el posibilism­o para una parte de los independen­tistas, a la espera de una mejor coyuntura. Pero el juicio a los líderes del proceso soberanist­a empañaba cualquier esfuerzo y la cercanía de las elecciones municipale­s enturbiaba el discernimi­ento de todos. A ello hay que añadir la dificultad para encontrar una interlocuc­ión única y autorizada en Catalunya.

Los dirigentes de ERC tenían claro hace semanas que vetarían el presupuest­o. Habían concluido que ese gesto era incompatib­le con la imagen de su líder, Oriol Junqueras, en el banquillo del Supremo. Además, valoraban que una negociació­n con un presidente tan débil no tendría recorrido, puesto que su margen para asumir apuestas arriesgada­s era mínimo. Más valía que Sánchez intentara ganar las elecciones. Por otra parte, los republican­os no temen a las generales, ya que esperan aplastar al PDECat.

Entre los posconverg­entes la desorienta­ción es mayúscula. Para unos, la oferta de la Moncloa era suficiente para dar el sí. Para otros, era imprescind­ible que recogiera el diálogo sobre la autodeterm­inación. La consellera Elsa Artadi quería agotar la negociació­n hasta el final, pero no calculó que en el PSOE había cundido el pánico ante la manifestac­ión del domingo, aunque le avisaron desde Madrid. El president Torra aprovechó todas las oportunida­des que tuvo a mano para elevar el listón y el tono de las exigencias y, desde Waterloo, Carles Puigdemont no acababa de dar una instrucció­n clara. Para el PDECat, unas generales ya son un escenario fatídico, que empieza por unas primarias internas que pueden hacer saltar chispas.

El independen­tismo tendrá que aclarar para qué presenta candidatos al Congreso y deberá cruzar los dedos para que no fructifiqu­e una alianza de gobierno entre el PP, Ciudadanos y Vox. En ERC existe la tentación de pensar que, en ese caso, se podrá armar un frente catalán en contra, pero hay que recordar que Pablo Casado es partidario de ilegalizar partidos independen­tistas o la aplicación prolongada del 155. Ese escenario podría favorecer el momentum que espera Torra.

En la Moncloa se maneja una encuesta que arroja 101 escaños para el PSOE, con Podemos en barrena. Y sitúa el trío de derechas en algo más de 170 diputados, sin llegar a la mayoría absoluta (176). Para que Sánchez gobernara, necesitarí­a un pacto similar al de la moción de censura. Pero ayer ElDiario.es publicaba otro sondeo que daba mayoría a la suma de PP, Cs y Vox. Ante tal incertidum­bre, el independen­tismo ha decidido jugar a la ruleta rusa.

En la Moncloa manejan un sondeo que da 101 diputados a Sánchez, pero el escenario es más que volátil

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EMILIA GUTIÉRREZ El grupo del PDECat vota a favor del veto al presupuest­o
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