Otra vez la tormenta perfecta
Ocurrió lo anunciado. El aviso de los independentistas no era una amenaza; era el fruto natural de un pacto que no podía existir: la permuta de presupuestos por autodeterminación. Y, como no podía existir, no existió. Pedro Sánchez descubrió de pronto que no podía asumir la responsabilidad histórica de convocar o autorizar un referéndum en Catalunya y en menos de una semana provocó un seísmo. Ahora volvemos a estar metidos en otra tormenta perfecta: un gobierno derrotado por las minorías en su proyecto más emblemático; una mayoría formada para tumbar a Rajoy, destrozada por tiempo indefinido; un juicio de incierto resultado para las tensiones soberanistas de Catalunya. Y, en el horizonte, todas las elecciones posibles: locales, autonómicas en la mayor parte de las comunidades, europeas y, desde el tropiezo de ayer, también generales. Todo es como una gran sacudida; “una olla a presión”, escribió hace unos días el director de este diario. El adivino que sepa cómo estará la política de este país dentro de cuatro meses buen adivino será.
Naturalmente, todo se puede agravar y el factor que agrava el panorama se está viendo cada día en la información y en las declaraciones políticas: la aparición del rencor como nivel máximo de la crispación. Se utilizan con toda normalidad palabras que creíamos desterradas del vocabulario político. Aún resuena las calificaciones de traidor y felón al presidente del Gobierno. Tardà entendió que la ministra de Hacienda le llamaba chantajista. A los procesados que se sientan en el Tribunal Supremo les siguen llamando golpistas. Torra llamó fascistas a los asistentes a la manifestación del pasado domingo.
Los líderes de los partidos de la coalición andaluza están metidos es una pelea cainita. Y las encuestas muestran una división del voto y una desconfianza en la clase política que no habíamos visto en toda la etapa democrática.
Cuando mañana el señor Sánchez comunique la fecha de las elecciones abrirá las compuertas de un embalse cuyo virulento desagüe provocará riadas. Este país lo aguanta todo y será capaz de soportar la coincidencia en el tiempo del llamado “juicio del siglo” y sus acusaciones al Estado y la tensión de tres meses de enfurecida campaña electoral. Lo que ignoro es si soportará el ambiente de ajuste de cuentas que se respira. Porque eso es lo que hay debajo de la superficie: ansia de ajuste de cuentas. Entre todos. Entre los que se alían en un sitio y se pelean en otro. Entre los que no se perdonan lo que consideran usurpación. Empieza a dar miedo el día después. Pero ¿quién dijo miedo en la España de los redaños? Dejémoslo en ansiedad. Lo que tenía que ocurrir, ocurrió. Lo que tenga que ocurrir, ocurrirá.
Este país lo aguanta todo, pero ignoro si soportará el ambiente de ajuste de cuentas que se respira