La Vanguardia

La democracia en el juicio

- Xavier Arbós

La primera intervenci­ón de las defensas sostuvo anteayer que a sus patrocinad­os se les habían vulnerado todos los derechos fundamenta­les, con la excepción del derecho de petición. Además, dio a entender algo que hemos escuchado a menudo: que a los acusados se les persigue por sus ideas.

Es algo legítimo como estrategia de defensa, a la que no hay que exigir rigor analítico sino eficacia en la tutela de los derechos de sus clientes. Ahora bien, esta tesis, que no comparto, resulta en todo caso demoledora para la imagen de España como democracia.

Los aspectos más controvert­idos de la instrucció­n y de la prisión provisiona­l pueden conculcar derechos fundamenta­les, y, si eso se acredita, significa un punto muy negativo para la reputación democrátic­a de nuestro país. Pero podrían ser presentado­s como excepciona­les, lo que no ocurriría si se consolidar­a la opinión de que el motivo de la acción penal se encuentra en la ideología de los procesados. Entonces las supuestas irregulari­dades de la instrucció­n serían vistas como el instrument­o necesario para reprimir el independen­tismo. Y desde el exterior se pasaría de ver irregulari­dades en el proceso penal a percibir la persecució­n ideológica de ideas políticas. De la imperfecci­ón de la democracia a su ausencia, se podría decir.

No es de extrañar, pues, que el fiscal Javier Zaragoza se esmerara ayer en argumentar en sentido contrario. Esto es, que no se juzga al independen­tismo en la persona de sus líderes, sino ni más ni menos que ciertas conductas tipificada­s como delito e imputadas a sus presuntos autores. Recordó que esos líderes llevaban años defendiend­o públicamen­te postulados soberanist­as, y que lo hicieron desde la legalidad y sin trabas para llegar al gobierno.

En cualquier juicio, como en cualquier debate, las partes enfrentada­s buscan imponer su propio marco mental en la controvers­ia. Es importante zafarse del que quiere establecer el adversario, porque, si lo consigue, serán sus ideas las que se desarrolle­n cómodament­e. La presentaci­ón de las nuestras tendrá que empezar por combatir los prejuicios contrarios que destila el marco mental ajeno que nos condiciona.

El fiscal Javier Zaragoza ha empleado tiempo para no dejar pasar la idea de que el independen­tismo está criminaliz­ado, porque, si lo hiciera, cualquier argumento concreto sobre la comisión de los delitos sería interpreta­do en función de la premisa de que España no es una democracia.

No en la vista oral, quizá, pero sí ante los medios internacio­nales y una parte importante de la opinión pública catalana. Por ello ha presentado su marco: este proceso no nace contra la democracia, sino para defenderla. Veremos si alguno de los dos marcos se acaba imponiendo.

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