Sin presupuestos, rumbo a las elecciones
LA legislatura ha entrado, de modo abrupto, en su fase final. El rechazo de los independentistas de ERC y el PDECat –que se suma al del PP y Ciudadanos– a los presupuestos de cuño social preparados por el Gobierno de Pedro Sánchez aboca a España a elecciones anticipadas. Su fecha no se conocerá hasta mañana. Pero las opciones que se han barajado con más frecuencia en las últimas horas las sitúan dentro de dos meses, el 14 o el 28 de abril.
De nada han servido los esfuerzos contra reloj de Unidos Podemos y el PNV para tratar de convencer a los independentistas de que retiraran sus enmiendas a la totalidad. Las razones sociales esgrimidas por los de Pablo Iglesias, y las razones relativas a la estabilidad política que motivaban a los vascos han topado con el descontento de los soberanistas, que no comprenden que el PSOE no quiera negociar nada que esté fuera de la Constitución. La crisis catalana todo lo tiñe y dificulta. “Qué tiempos aquellos en los que el debate de presupuestos servía para profundas disquisiciones económicas”, se lamentaba ayer Aitor Esteban, portavoz del PNV.
Los mismos soberanistas que contribuyeron decisivamente a tumbar mediante una moción de censura socialista al gobierno del PP, presidido por Mariano Rajoy y criticado entre otras razones por su quietismo, han hecho ahora lo propio con el PSOE, que había exhibido un talante dialogante superior al de los populares, y que trató de congraciarse con ellos mejorando las inversiones. En estos dos episodios, y gracias a la particular correlación de fuerzas en el Congreso, los independentistas han exhibido la fuerza necesaria para hacer caer en menos de un año a gobiernos de distinto signo. Y, al tiempo, han acreditado su poca cintura y su muy discutible visión a medio y largo plazo. El horizonte que ahora se dibuja, a tenor de las encuestas que vaticinan una posición dominante para una alianza derechista a la andaluza –PP, Ciudadanos y Vox–, no será en absoluto más acogedor para los independentistas. Porque ese horizonte, según han voceado Casado, Rivera o Abascal, está presidido por el artículo 155, la negativa al diálogo y la intransigencia.
Es pronto para dar más detalles sobre este panorama. Y no falta quien sopesa aún la posibilidad de un pacto postelectoral entre el PSOE y Ciudadanos que propiciaría otro tipo de gobierno. Pero sí sabemos ya quién gana y quién pierde, y qué se gana y qué se pierde, con el rechazo de los presupuestos. Ganan el PP, Ciudadanos y Vox, que ven más cerca las elecciones que con tanta insistencia han venido exigiendo con el afán de desalojar al PSOE del poder. Nada ganan los independentistas. Nada gana el PSOE. Nada gana Podemos. En cambio, pierden todos los españoles y pierden todos los catalanes. Porque el rechazo de los presupuestos deja sin efecto medidas de gasto previstas en investigación (357 millones más), en dependencia (831 más) o en infraestructuras (que aumentaban en un 40%, hasta 7.572 millones). Y, en Catalunya, ese rechazo deja sin efecto la recepción de 1.500 millones de euros más que hubiera administrado directamente la Generalitat, así como una mejora inversora de 900 millones en infraestructuras.
El diálogo y las cesiones que genera producen progresos que a veces son cortos y percibidos como irrelevantes. Aún así, son siempre preferibles a los retrocesos mayores a los que puede llevar el maximalismo.