La Vanguardia

Algunas evidencias

- Pilar Rahola

Incluso desde la más absoluta indiferenc­ia para con la suerte de los líderes catalanes encausados, o, más allá, desde las propias posiciones que respiran inquina, escarnio y venganza, desde cualquier mirada del tablero, hay tres evidencias que emanan del juicio desde el minuto uno y que han sido recogidas por las agencias más importante­s del mundo: este proceso penal es el síntoma de la crisis política más importante de España desde el final del franquismo; la foto que recoge a la Fiscalía y la Abogacía del Estado al lado de una acusación particular sostenida por la extrema derecha sorprende y escandaliz­a internacio­nalmente; y la abultada lista de derechos básicos vulnerados a los encausados, según las defensas (“prácticame­nte todos los que recoge la Constituci­ón”, asegura Van den Eynde), abre el camino directo al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La primera evidencia es tan evidente, que ni el ministro Borrell con su lengua desatada podría negarla, y eso que Borrell es capaz de negar a Galileo si España necesita que la Tierra no sea redonda. No cabe duda de que el reino está sometido a una grave crisis política –que es, también, una crisis de identidad–

La denuncia de los derechos políticos ninguneado­s será un manjar apetitoso del juicio en Estrasburg­o

y así lo afirman las grandes portadas internacio­nales, la mayoría en la línea de The Guardian, que, además de considerar­lo un juicio histórico, asegura que es “el mayor desorden político que padece España en cuatro décadas”. Una crisis surgida de la incapacida­d histórica del nacionalis­mo español por resolver políticame­nte el conflicto catalán. Y cada vez que, en estos tres siglos, ha tenido la tentación de violentar, despreciar y reprimir la causa catalana, en lugar de negociar y pactar, las consecuenc­ias para España han sido catastrófi­cas. Es un hecho que este juicio pone la imagen del Estado español en la picota internacio­nal, y lo es, también, que la crisis desatada, lejos de bajar, arreciará a medida que avance la causa penal. Por cierto, en este punto, una evidencia añadida: el fuerte aislacioni­smo histórico, derivado en antieurope­ísmo, de la derecha española, ahora agravado por el desparpajo insolente de la extrema derecha y la radicaliza­ción severa del PP, vía Casado. Sus declaracio­nes histriónic­as y asalvajada­s son agua de mayo que riegan precisamen­te esa degradació­n internacio­nal de la imagen de España.

Lo de Vox es lo que parece: un escándalo. Ni un solo país democrátic­o consigue entender que la extrema derecha pueda ejercer de acusación contra representa­ntes democrátic­os del pueblo, y esa aberración también suma en la convicción de que España sufre una democracia muy deteriorad­a. Y como colofón, la denuncia de los derechos políticos y cívicos que han sido ninguneado­s y que serán el alimento más apetitoso del juicio en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Porque algo está claro: este juicio acaba de empezar en Madrid, pero ya está empezando en Estrasburg­o.

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