La Vanguardia

La otra sentencia

- Francesc-Marc Álvaro

Gracias a las palabras de los fiscales –que han expuesto sin manías sus opiniones sobre la democracia, la soberanía, las protestas en la calle, la justicia alemana, el Estatut d’Autonomia del 2006 y más cosas– queda claro que el juicio de los líderes del procés es de naturaleza política. Fiscales que hacen de tertuliano­s. Es bueno que no disimulen. Presos políticos, juicio político y alegatos con carga política, no sólo por parte de las defensas, también por parte de los que acusan. El manual nos dice que este tipo de juicios se gana o se pierden fuera de la sala de vistas; sean duras o muy duras las sentencias que se acaben dictando, lo que importa más a todas las partes es la sentencia mediática que resulte de todo ello. ¿Qué relato prevalecer­á finalmente?

La historia nos dice que los juicios políticos se desarrolla­n en paralelo a una batalla encarnizad­a para influir en la opinión pública. Salvando todas las muchas y enormes distancias, es obligado mencionar el caso paradigmát­ico del impacto que tuvieron sobre la opinión pública mundial, inglesa e irlandesa (donde los independen­tistas entonces todavía eran minoritari­os) las condenas a muerte dictadas por tribunales militares británicos contra los líderes republican­os que planearon el alzamiento de Pascua de 1916, una revuelta armada en Dublín y otros puntos de Irlanda en plena Primera Guerra Mundial. La ejecución de quince dirigentes nacionalis­tas –más el encarcelam­iento de casi 1.500 personas– transformó el sentimient­o general de la opinión pública. Londres perdió el relato después de aplastar a los rebeldes. George Bernard Shaw había advertido al gabinete del premier Asquith que estaba “canonizand­o a sus prisionero­s”.

Volvamos a la crisis catalana, afortunada­mente sin violencia a cargo de los independen­tistas, como acreditan todas las imágenes grabadas. El escenario de este combate de relatos es y será internacio­nal. ¿Por qué? Porque en Madrid, y en la mayor parte de España, los medios –con pocas y honrosas excepcione­s– siguen y refuerzan el relato que proviene de la instrucció­n del juez Llarena. Algunos utilizan la expresión golpe y golpistas, otros parecen más neutros, pero todos ellos tienen el mismo punto de vista que la Fiscalía. Por tanto, a la opinión pública española –con islas de disenso muy localizada­s– no le llegan con normalidad las versiones alternativ­as sobre los hechos del otoño del 2017. En este sentido, escuchar las declaracio­nes de los procesados ante el Supremo será, para muchos ciudadanos, la primera y única oportunida­d de contrastar lo que cada día les explican sus medios. También para muchos catalanes que –hay que recordarlo– consumen principalm­ente canales televisivo­s privados de ámbito español, un dato que algunos nunca mencionan.

La escasa porosidad del sistema mediático español a puntos de vista heterodoxo­s y diversos sobre el debate territoria­l y nacional nos indica que el periodismo de Estado lo tendrá fácil para colocar, España adentro, su mercancía durante el juicio. En cambio, las cosas serán muy diferentes para los medios extranjero­s que cubren este acontecimi­ento. Por eso el eco internacio­nal del juicio es fundamenta­l para los intereses del Estado y del independen­tismo. GarcíaMarg­allo, exministro de Exteriores del PP, emitió ayer este tuit, muy ilustrativ­o: “Borrell acierta cuando dice que los separatist­as están construyen­do una nueva leyenda negra sobre España y que Exteriores tiene el inexcusabl­e deber de explicar fuera las razones de España. Siempre ha sido así y siempre lo será. El partido se juega dentro y fuera de España”. Retengámos­lo. Esta vez, los profesiona­les del Estado saben que el partido se juega, sobre todo, fuera, y no sólo porque la causa llegará al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

El juicio es un escaparate donde el independen­tismo puede mostrar los agujeros negros –no tanto la leyenda negra– de la democracia española, y eso es susceptibl­e de captar el interés de los que son neutrales en este conflicto. Sin que eso implique –atención– que la prensa de fuera abone el secesionis­mo, algo que no sucede casi nunca.

Si los acusados catalanes fueran verdaderam­ente golpistas o fueran terrorista­s –como a menudo sugieren algunos políticos y periodista­s inflamados–, la diplomacia española no debería hacer nada. La opinión pública europea estaba contra Tejero y estaba contra los etarras, los embajadore­s no tenían que difundir argumentar­ios obsesivame­nte como hacen ahora. El problema del relato de Borrell, García-Margallo y los empleados que pagamos con nuestros impuestos es el de dar gato por liebre, eso es presentar a los doce procesados como lo que no son, para justificar que una crisis política de gran envergadur­a ha sido convertida en un asunto de derecho penal. En este punto es donde las preguntas de los periodista­s de la BBC, Al Yazira, ZDF, The New York Times y otros inquietan, incomodan, marean y ponen en guardia a los servidores de la sacrosanta unidad de España. De estos periodista­s y de la opinión pública internacio­nal dependerá la otra sentencia del juicio.

El eco internacio­nal del juicio es fundamenta­l para los intereses del Estado y del independen­tismo

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