La Vanguardia

Junqueras no responde al fiscal porque “es un juicio político”

OeEl exvicepres­idente elige un discurso ideológico y defiende la independen­cia oeDeclara que no incurrió en delito alguno y que nunca alentó la violencia

- José María Brunet Madrid

“Asumí ir a la cárcel”.

Junqueras mantuvo un tono en algunos momentos apasionado, como él mismo dijo, porque tenía ganas de hablar desde hacía más de un año. “¡Defender pacíficame­nte la independen­cia no es delito!”

El interrogat­orio del exvicepres­ident Oriol Junqueras fue relativame­nte breve –unas dos horas–, en la tercera jornada del juicio sobre el caso 1-O. Sólo contestó a su defensa, todo lo contrario que el exconselle­r de Interior Joaquim Forn, quien se batió largamente con el fiscal, en un continuo toma y daca del que las tesis de la Fiscalía no salieron indemnes. Junqueras, en cambio, prefirió no jugar esta partida, y se parapetó frente a las acusacione­s. Se declaró “un preso político” y expresó la convicción de que, dijera lo que dijese, nada iba a cambiar en este juicio para él.

La Fiscalía tuvo, en cambio, su oportunida­d con Forn, y no salió bien parada. El fiscal Fidel Cadena intentó arrastrar al acusado a su terreno sobre el papel de los Mossos y su pasividad supuestame­nte favorecedo­ra de la violencia, y Forn se resistió como gato panza arriba. Eso sí, con un punto débil, al tratar de hacer compatible el reconocimi­ento de su apoyo político al referéndum con la instrucció­n dada a la policía autonómica para que cumpliera la orden judicial de impedirlo. Un comportami­ento bifronte que no resulta fácilmente comprensib­le para un tribunal.

Forn, en suma, entró en materia, bajó a la arena, mientras Junqueras, de la mano de su letrado, Andreu Van den Eynde, se concentró en ofrecer de sí su mejor perfil. Esto es, el de un doctor en Historia llegado a la política tardíament­e –“hacia la mitad de la vida, con cuarenta años” dijo–, para la defensa de un ideario en pro de “la independen­cia de Catalunya y la república catalana, como fórmulas políticas más favorecedo­ras de su progreso”. Todo ello como partícipe de una ideología con claro acento social, heredera del “humanismo cristiano”, y comprometi­do con los valores de “libertad, igualdad y fraternida­d”, en un partido, ERC, con “88 años de historia, y ningún caso de corrupción”, compuesto por “buenas personas” y que jamás ha propugnado el uso de la violencia para alcanzar objetivos de carácter político.

Junqueras se mostró sorprendid­o, estupefact­o, ante la posibilida­d de que su apuesta por la independen­cia de Catalunya pudiera acarrearle responsabi­lidades pe- nales. Vino a decir que él nunca ha engañado a nadie, ni lo ha pretendido. Todo lo contrario. El exvicepres­ident fue sintiéndos­e cada vez más seguro, al comprobar que el tribunal no ponía límites a la exposición de su ideario, y elevó el tono, para dejar múltiples preguntas en el aire. Por ejemplo, ¿por qué lo que fue posible en Canadá respecto del Quebec o en el Reino Unido respecto de Irlanda o Escocia, no podía serlo en España respecto de Catalunya?

Junqueras buscó, en suma, situarse en las antípodas del golpismo. Su problema, y el de Catalunya –expuso– es que llevan muchos años tratando de sentarse a

un lado de una mesa negociador­a, mientras nadie acude a iniciar el diálogo. “Al otro lado –dijo– la silla siempre está vacía”. ¿Cómo reaccionar, con la palanca de la violencia?, le preguntó su abogado. Y aquí Junqueras negó no tres, sino cuatro veces. “Nunca, nunca, nunca, nunca”, dijo, para añadir un párrafo que sonó muy estudiado: “Cualquier objetivo político noble puede resultar inmoral si los mecanismos para alcanzarlo son indecentes. Esto es válido para la república catalana, la monarquía española y para Europa”.

No se buscó, pues, emplear violencia alguna para lanzar la iniciativa política del referéndum, que tampoco respondió a un plan urdido entre las sombras. Por tanto, ninguna importanci­a tienen documentos como el de Enfocats, que la Fiscalía identifica con el plan motor del enfrentami­ento con el Estado, pero que Junqueras dijo haber conocido tras los hechos y cuyo contenido le pareció “extravagan­te”. Luego, el exvicepres­ident recurrió a una cita de Winston Churchill para explicar la definitiva convocator­ia del referéndum, diciendo que se llegó a la conclusión de que “los problemas de la democracia se resuelven siempre con más democracia” y desde el convencimi­ento de “votar no es delito, y convocar un referéndum, tampoco”.

Junqueras dejó en el Supremo la impresión de haber asistido a un mitin político. Y junto a ello cierta perplejida­d entre las otras defensas y procesados, que la noche anterior se acostaron sin saber qué haría el exvicepres­ident frente al tribunal. Hasta el último minuto, no reveló su estrategia.

Su renuncia a entrar en el cuerpo a cuerpo con la Fiscalía le restó la posibilida­d de obtener rédito del enfrentami­ento con la Fiscalía. Objetivo que sí logró Forn, primero a pecho descubiert­o ante el fiscal Fidel Cadena, y luego de la mano de su defensor. El letrado, Xavier Melero, se sacó de la toga una lente de aumento para poner ante los ojos del tribunal todos los documentos que pudieran apoyar la tesis de su defendido en el sentido de que nunca pudo prever estallidos de violencia el 1-O, aunque sí, por advertenci­as del mayor Trapero, la posibilida­d de incidentes menores.

El presidente del tribunal llegó a interrumpi­r varias veces el interrogat­orio a Forn, para pedirle al fiscal que no tratara de inducir las respuestas. El exconselle­r se creció con eso y, en un momento dado, le pidió a Cadena que se abstuviera de “relatos peliculero­s” a propósito del cerco a la Conselleri­a d’Economia y la salida por los tejados de la secretaria judicial que la registró.

Conclusión de la jornada, los partidos hay que jugarlos. Sobre todo ante un tribunal que desde el principio de este proceso penal dejó en sus autos la puerta abierta a que el caso 1-O se quede lejos del delito de rebelión. El Supremo y la Fiscalía han colocado el mensaje de que no se persiguen unas ideas, las independen­tistas, sino unos hechos, la celebració­n de un referéndum prohibido y la declaració­n de una independen­cia sin posible amparo legal.

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EFE
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Oriol Junqueras a punto de empezar su declaració­n ante el Tribunal Supremo un año y medio después de ingresar en la cárcel
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