La Vanguardia

Tampoco hubo amor para Jeremy Corbyn

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Theresa May no encontró amor, cariño, afecto o comprensió­n el día de San Valentín. Lo cual no es ninguna sorpresa, porque duerme en camas separadas que sus compañeros de viaje brexiters, que no hace tanto le presentaro­n una moción de confianza (que fracasó) para cargársela como líder del partido. No confían en ella, ni en que sea capaz de concluir un Brexit auténtico, y ayer le dieron un aviso porque la estrategia que pidió que fuera refrendada contenía la instrucció­n de evitar una salida sin acuerdo. Pero el líder laborista Jeremy Corbyn también se llevó calabazas, cuando 41 diputados votaron a favor de una enmienda del SNP (derrotada) que pedía una prórroga de tres meses. Su posición es tan mala o peor que la de May, a la zaga en los sondeos de cara a unas elecciones a pesar del caos en Downing Street, sin descartar oficialmen­te el segundo referéndum que le piden las bases, pero cuya opción ideal es que haya un Brexit sin sus huellas dactilares. Su oferta de colaboraci­ón a la premier (a sabiendas de que iba a ser rechazada), proponiend­o el compromiso de seguir en la unión aduanera y muy cerca del mercado único, ha caído tan mal entre los remainers laboristas que varias decenas amenazan con abandonar el partido y crear otro de centro. La líder escocesa Nicola Sturgeon acusó ayer a Corbyn de no querer parir el Brexit pero estar dispuesto a ser su “comadrona”. Al final hará falta una cesárea.

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