Mundos paralelos que no convergen
No es Matrix, es el Tribunal Supremo, y las realidades paralelas existen sin que Inés Arrimadas aparezca tras los magistrados exhibiendo un cartel con la foto de Keanu Reeves. El fiscal Fidel Cadena creó la suya: el president no es el más alto representante de la Generalitat y el representante ordinario del Estado, tal y como establece el Estatut, es un “delegado del Estado” que ni Quim Forn reconoció por el cargo. Los coches de la Guardia Civil “devastados” –“yo no he dicho eso”, se corrigió– el 20 de septiembre frente a la conselleria de Economia no fueron los dos que vio todo el mundo, sino siete que nadie sabe dónde estaban y que aparecen uno de los miles de folios de la causa firmado por la Benemérita. Y La Crida hizo llamamientos a ocupar los colegios electorales del 1-O, pero nadie sabe qué Crida porque el movimiento liderado por Carles Puigdemont nació el año pasado entre Waterloo y la cárcel de Lledoners.
Frente a la creatividad fiscal, las diferencias en la estrategia de las defensas de Oriol Junqueras y Joaquim Forn, lejos de colisionar, acabaron por resultar complementarias. Las declaraciones fueron catárticas para el independentismo tras quince meses de prisión preventiva sin ver a sus líderes en acción y su encaje políticotécnico soterró la disputa electoral abierta a la espera de que Pedro Sánchez añada una nueva urna a la colección de primavera. Puigdemont vio en Junqueras una “muralla democrática” y ERC aplaudió la “dignidad” de Forn. Todos contentos.
Los republicanos celebraban la vigencia del junquerismo. “Está independentista”, que no es lo mismo que serlo; “nunca, nunca, nunca” avalaría un acto violento y quiere una solución dialogada para el conflicto catalán porque “ama España”. El exvicepresident temía la noche anterior por el escenario hostil pero echó mano de recursos oratorios y se saltó hasta el guion preparado por su defensa.
El verbo de Forn está lejos del de Junqueras pero su corrección formal evidenció que los principios políticos son unos y los hechos fueron otros. Nada hacía prever que el 27 de octubre se estaba ante el nacimiento de un nuevo Estado, la declaración de independencia no se publicó en el DOGC, no hubo decretos ni actos administrativos posteriores, ni mucho menos comunicación de la constitución de una república a ninguna autoridad. El baño de realidad alcanzó a quienes lanzan la acusación de “golpismo”, pero también al mainstream independentista más radical.
El tribunal siente el aliento de la justicia europea en el cogote y, entre la vehemencia de Andreu Van den Eynde y la meticulosidad de Xavier Melero, el magistrado Marchena acabó por reconvenir al fiscal y a la abogada del Estado.
No hay cabida para preguntas buscando una respuesta imposible cuando quien contesta es un independentista, ni para pretensiones impropias y extravagantes de Vox. La sentencia no hará convergir dos mundos paralelos, pero en el banquillo se manifestó la voluntad de dar la batalla.