La Vanguardia

Defensa política, defensa técnica

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CON los interrogat­orios al exvicepres­idente Junqueras y al exconselle­r Forn, el juicio por los hechos de octubre del 2017 ha entrado en materia. Tres son, de momento, los aspectos que subrayar. El talante garantista del magistrado Marchena. La defensa política de la causa independen­tista por parte de Oriol Junqueras. Y la contenida profesiona­lidad con que Joaquim Forn se ha enfrentado al interrogat­orio del fiscal Cadena. Vayamos por partes.

Manuel Marchen a tiene fama de conservado­r, pero, sin duda pensando en Estrasburg­o, está dirigiendo las sesiones con guante de terciopelo. Ayer, respondió a diversas peticiones de las defensas y las acusacione­s. Unas de fuerte carácter simbólico (aceptó el uso de la lengua catalana en el juicio, aunque denegó la traducción simultánea), otras de sesgo político (denegó la expulsión de la acusación particular, pero aclaró al abogado de Vox que no permitirá la politizaci­ón, por lo que no le dejó formular las preguntas que no se iban a contestar) y otras de tipo procesal. Decisiones al margen, lo relevante es la actitud garantista de Marchena, que le lleva a justificar todas sus decisiones con citas legales y argumentos jurisprude­ncia les( del Tribunal de Es tras burgo, entre otros) y con gran respeto por los derechos de los acusados. Si bien su descripció­n de la lengua catalana como lengua de uso por motivos de “carácter emocional” responde a la visión reduccioni­sta que predomina en la España monolingüe, lo cierto es que puso largo empeño en razonar su uso en el juicio oral, lo que es indicativo de un talante respetuoso, digno de ser reseñado.

Oriol Junqueras, por su parte, irrumpió en escena con su verbo torrencial, de corte pedagógico, en el que se mezclan el argumento histórico, el detalle personal, el sentimient­o nacional, el razonamien­to político y el fondo ideológico. Al no aceptar las preguntas de fiscal y acusación particular, Junqueras, respaldado por su abogado, optó por defender, más que a su persona, la causa independen­tista. Complació sin duda a sus seguidores, que no son pocos, por el coraje y la determinac­ión de su discurso. Sostuvo que la acusación que pesa sobre él es política, justificó profusamen­te el pacifismo del independen­tismo, argumentó reiteradam­ente que el comportami­ento de su Govern era la única salida al inmovilism­o y al silencio del Gobierno de España; y recordó con insistenci­a que el Código Penal no castiga el referéndum ni el trabajo político a favor de la independen­cia: “Votar no es un delito. Impedir por la fuerza que la gente vote, eso sí es delito”. Sostuvo Junqueras que la convocator­ia del referéndum era un mandato electoral que asumió consciente del riesgo de cárcel: “Asumí que podía pasar un año y medio antes de poder hablar”. Produce inquietud pensar que, al escoger una defensa política, puedan esperarle, al líder de ERC, bastantes años más de silencio forzado.

Joaquim Forn optó por una defensa muy técnica. Contestó con precisión, detallismo y dominio documental el puntilloso interrogat­orio del fiscal y de la abogada del Estado. Consiguió desarmar la pretensión de responsabi­lizarle de documentos, decisiones y actuacione­s que no correspond­ían a su cargo. Y, después de defender con argumentos convincent­es la autonomía del cuerpo de Mossos d’Esquadra, reseñó dos datos políticos relevantes: la teatralida­d de una DUI leída pero no votada; y la distinción entre ideas personales y gestión gubernamen­tal.

Dos líneas paralelas se dibujan: la Fiscalía politiza, mientras la magistratu­ra despolitiz­a; unos acusados optan por la defensa política y otros prefieren la técnica.

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