Hipertrofia digital
Alita: Ángel de combate Dirección: Robert Rodriguez Intérpretes: Rosa Salazar, Christoph Waltz, Jennifer Connelly, Mahershala Ali
Producción: EE.UU., 2019. Duración: 121 minutos. Ciencia ficción
Alita, que no Aelita (la reina de Marte en un gozoso clásico de la ciencia ficción soviética de 1924), es la heroína de un manga creado por Yukito Kishiro a principios de los años noventa que ya tuvo poco después su versión anime y ahora reaparece encarnada por la actriz Rosa Salazar, convenientemente retocados sus ojos, muy grandes y expresivos, por ordenador. Al principio de la película, Christoph Waltz recorre un gigantesco vertedero del futuro (estamos en el siglo XXVI), como un Wall-E de carne y hueso, y encuentra los restos de una hermosa androide, que él mismo, científico de prestigio, recompondrá paciente y paternalmente (de Wall-E a Geppetto) hasta devolverle la vida y bautizarla con el nombre de Alita. La androide no tiene recuerdos del pasado, pero poco a poco descubrirá que fue un brava guerrera, una superheroína, con dotes extraordinarias para la lucha (y el deporte: una suerte de rollerball) que no tardarán en manifestarse.
Este cuento futurista de acción incesante viene avalado por dos pesos pesados del cine contemporáneo: James Cameron, alma del proyecto, guionista y productor, y el realizador Robert Rodriguez. La huella de Cameron es ostensible: Alita: Ángel de combate es tan apabullante, tan demoledoramente deslumbrante como Avatar en diseño de producción, hipertrofia digital y empleo brillante de las tres dimensiones: un juguete de 200 millones de dólares que parece de 400. Empacho de parafernalia tecnológica idónea, en cualquier caso, para quienes añoren las salas Imax y sostengan, con toda la razón del mundo, que todavía hay territorios que Netflix no puede conquistar. La trama, por desgracia, es simple, esquelética, no está a la altura de tanta virguería visual. Pero sí está expertamente envasada por un Rodriguez que sabe narrar, encuadrar, servir la acción con nervio y claridad y sin que nuestras retinas sufran el daño frecuente en tantos blockbusters de usar y tirar. Y pensar que el texano empezó su carrera filmando El mariachi con un presupuesto de siete mil dólares.