La rebeldía del león
Depay se perfila como gran amenaza en el regreso del Barça a la Liga de Campeones
Coches deslumbrantes, indumentaria excéntrica, tatuajes exagerados, novias pseudofamosas, declaraciones altisonantes... A Memphis Depay (25) no le gusta pasar desapercibido, ni fuera ni dentro del campo, donde es capaz de discutir acaloradamente con un compañero por tirar un penalti. Toda esa arrogancia experimentó cierto descenso en Old Trafford, donde aterrizó el holandés con 21 años, dispuesto a comerse el mundo con el siete a la espalda, número de grandes leyendas del Manchester United como Best, Cantona, Beckham o Cristiano. Apadrinado por Van Gaal, los red devils pagaron 34 millones al PSG por aquel díscolo proyecto de estrella, que no llegó a triunfar con el técnico holandés y mucho menos con Mourinho.
En Manchester se habló más de las excentricidades de Depay que de su juego, muy cohibido por las exigencias de dos técnicos demasiado estrictos. (No le llamen Depay, sino Memphis. En el 2012 decidió retirar su apellido de la camiseta al entender que su padre, que abandonó a la familia cuando tenía 4 años, no merece tal reconocimiento). Cuando Van Gaal lo castigó a jugar con el equipo de reservas se presentó a un partido con un Rolls-Royce, una chaqueta de piel y un sombrero vaquero. Y con esos andares de rapero perdonavidas.
Aquello no funcionó. En los seis meses que trabajó con Mourinho, Depay apenas jugó 20 minutos en la Premier, de manera que desmontó el ring de boxeo que tenía en casa, hizo las maletas y buscó un destino mejor en invierno del 2017. “Cuando me fui, le dije a Mourinho: ‘Me vas a ver en la cima’”, reveló. “Él me dijo: ‘De acuerdo, espero que algún día volvamos a comprarte”. A pesar de su ostracismo, el jugador no tenía mala relación con el entrenador portugués, quizá porque se trata de dos caracteres muy particulares. Mourinho alegó que tenía un exceso de extremos y dejó marchar al holandés –previo pago de 16 millones por parte del Olympique de Lyon– con elogios: “Era un profesional fantástico, así que si alguien piensa que no funcionó porque no fue un gran profesional, está totalmente equivocado. Una cosa es una foto que alguien le toma en un coche increíble o que se vista de una manera muy específica, pero la imagen es totalmente errónea”.
Jean-Michel Aulas, legendario presidente del club lionés, hizo un gran negocio con el reciclaje de un Depay que siempre suena para los transatlánticos europeos pero nadie se arriesgó a dar el paso. Hace poco más de dos años, el internacional holandés pasó de la grada de Old Trafford a jugarlo todo en el Groupama Stadium y convertirse en el futbolista fetiche de Bruno Génésio. Esta temporada ha intervenido en los 25 partidos de la liga francesa (19 completos) y los 6 de la Liga de Campeones y se prefigura como una de las amenazas –junto al goleador Nabil Fekir, sancionado en la ida– para el Barcelona en la eliminatoria de octavos de final que arranca mañana en Lyon.
Potente, hábil y desequilibrante, Depay suele partir desde el extremo izquierdo aunque puede moverse o establecerse en cualquier demarcación atacante. En cuestión de goles es mucho mejor contribuyente, con una excepcional cifra de asistencias, que definidor.
Su nueva y feliz vida en la capital de la gastronomía francesa no ha alterado la tendencia del jugador a la polémica. En octubre protestó por una suplencia y recibió una tremenda réplica por parte de su entrenador: “Quiero excusarme, Memphis. Me disculpo por todos tus retrasos, sobre todo a la vuelta de las vacaciones de verano [regresó una semana después de la fecha fijada], por todas las equipaciones que llevas que no son la del club, por tu calentón en Angers [sentado sobre un balón en el banquillo] y tu falta de implicación. Memphis, para tener una buena carrera se necesita humildad”.
Un elaborado tatuaje con el rostro de un león ocupa la totalidad de la espalda de Depay. Grabado a sangre y tinta en el pecho, un lema: “Cazador de sueños”. Otro en el labio inferior: “Exitoso”. Y un deseo que expresó al emigrar de Manchester: “Creo que voy a jugar en el Real Madrid. Sí, esa es mi meta. ¿Cuándo será? Eso sólo Dios lo sabe. Él me ayuda y me llevará allí”.