Balthus brilla en Madrid más allá de las controversias
El museo madrileño exhibe una retrospectiva que da las claves del pintor francés
Los retratos de jóvenes preadolescentes en actitud sugerente, o simplemente desnudas, ocupan una parte llamativa y de hecho relevante en el arte de Balthus. Pero la obra del gran pintor francés va más allá de la provocación –en parte buscada en su momento– y ofrece atractivos que superan el innegable tirón de polémicas y escándalos como el que a finales del 2017 desembocó en la petición al Metropolitan Museum de Nueva York, por parte de 12.000 personas, de la retirada del famoso cuadro Thérèse soñando . La prueba de que hay mucho más que rascar puede verse desde hoy, y hasta el próximo 26 de mayo, en el Thyssen de Madrid. Y sin censura.
La exposición en el museo madrileño, titulada simplemente Balthus, reúne 47 óleos en su mayoría de gran formato que ilustran sobradamente la obra de un autor considerado como uno de los grandes maestros del siglo XX. O, según lo definió el director artístico del Thyssen, Guillermo Solana, como “uno de esos creadores que obligan a cambiar el relato de la historia del arte”.
Tal como explicó Juan Ángel López-Manzanares, comisario principal de la muestra, el bautizado como Balthasar Klossowski (19082001) nadó a contracorriente de las vanguardias y huyó del pesimismo generado por las dos guerras mundiales para, como le aconsejaba su mentor, Rilke, “abrirse al mundo” y al arte sin apuntarse al realismo ni al surrealismo ni a ningún otro ismo.
Pero, lejos de renunciar a la tradición, el propio Balthus señaló las influencias que sobre su obra ejercieron algunos grandes de la pintura como Piero della Francesca, Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet. Y los especialistas encuentran en su producción, aunque esto él no lo reconociera, claras trazas de movimientos más modernos como la Nueva Objetividad, así como de su admiración por el arte oriental y por distintas manifestaciones populares. Incluidas las ilustraciones de libros infantiles de su época.
La herencia de los clásicos se percibe en las expresiones y posturas captadas en unos cuantos óleos presentes en la retrospectiva. Ocurre con La habitación o La partida de naipes, único cuadro del pintor en un museo español (el propio Thyssen) y en el que también se aprecian otras dos características suyas: la teatralidad en la acción retratada y una extraña quietud de los personajes a través de un efecto como de congelación del tiempo.
Ahí, en la paralización de las escenas, está uno de los rasgos que Balthus comparte con la Nueva Objetividad, aunque él lo negara. El lienzo La calle, tal vez su cuadro más importante y sin duda uno de los más vistosos de la muestra, es el mayor y más complejo ejemplo de petrificación de los personajes; un efecto asimismo presente en Los hermanos Blanchard, lienzo que Pablo Picasso compró al autor en 1941.
A la presentación de la muestra, organizada conjuntamente con la Fundación Beyeler de Basilea (Suiza), asistió la viuda del artista, la japonesa Setsuko Klossowska. Sus palabras más enfáticas fueron las que dedicó a rememorar esa compra del genio malagueño. “Para Balthus, que entonces era joven y poco reconocido aún, aquello fue fantástico”. Porque Picasso sí estaba en la cima, el francés lo admiraba, y su gesto equivalía a toda una bendición, explicó.
Menos entusiasta se mostró Setsuko al responder a las inevitables preguntas sobre la vertiente escandalosa de Balthus. “¿Hablamos de arte o de otra cosa?”, empezó. “Porque si hablamos de algo ajeno al arte me parece muy bien que haya gente con valores distintos pero a mí no me importa lo que digan”. Sin embargo, “es una pena que se cree un problema por esta clase de observaciones que desvían la atención respecto a la creación artística”, añadió. Y, con cita de Macbeth, sentenció que la visión del pintor desde esa perspectiva moralista es “una historia contada por un idiota”.
El comisario español de la exposición, asistido por el conservador de la Fundación Beyeler, Raphaël Bouvier, incidió en la misma idea: “Hemos intentado contextualizar la creación de Balthus” para que el público “no le juzgue según los parámetros contemporáneos y el debate del MeToo sino según los afanes de su época”. Una pretensión tan loable como difícil en estos tiempos de juicio rápido a todo y a todos sin importar época, circunstancias ni intenciones del acusado.
“Es una pena que nos detengamos en un aspecto moralista que nos distrae del arte de Balthus”, dice su viuda