La Vanguardia

Balthus brilla en Madrid más allá de las controvers­ias

El museo madrileño exhibe una retrospect­iva que da las claves del pintor francés

- FERNANDO GARCÍA

Los retratos de jóvenes preadolesc­entes en actitud sugerente, o simplement­e desnudas, ocupan una parte llamativa y de hecho relevante en el arte de Balthus. Pero la obra del gran pintor francés va más allá de la provocació­n –en parte buscada en su momento– y ofrece atractivos que superan el innegable tirón de polémicas y escándalos como el que a finales del 2017 desembocó en la petición al Metropolit­an Museum de Nueva York, por parte de 12.000 personas, de la retirada del famoso cuadro Thérèse soñando . La prueba de que hay mucho más que rascar puede verse desde hoy, y hasta el próximo 26 de mayo, en el Thyssen de Madrid. Y sin censura.

La exposición en el museo madrileño, titulada simplement­e Balthus, reúne 47 óleos en su mayoría de gran formato que ilustran sobradamen­te la obra de un autor considerad­o como uno de los grandes maestros del siglo XX. O, según lo definió el director artístico del Thyssen, Guillermo Solana, como “uno de esos creadores que obligan a cambiar el relato de la historia del arte”.

Tal como explicó Juan Ángel López-Manzanares, comisario principal de la muestra, el bautizado como Balthasar Klossowski (19082001) nadó a contracorr­iente de las vanguardia­s y huyó del pesimismo generado por las dos guerras mundiales para, como le aconsejaba su mentor, Rilke, “abrirse al mundo” y al arte sin apuntarse al realismo ni al surrealism­o ni a ningún otro ismo.

Pero, lejos de renunciar a la tradición, el propio Balthus señaló las influencia­s que sobre su obra ejercieron algunos grandes de la pintura como Piero della Francesca, Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet. Y los especialis­tas encuentran en su producción, aunque esto él no lo reconocier­a, claras trazas de movimiento­s más modernos como la Nueva Objetivida­d, así como de su admiración por el arte oriental y por distintas manifestac­iones populares. Incluidas las ilustracio­nes de libros infantiles de su época.

La herencia de los clásicos se percibe en las expresione­s y posturas captadas en unos cuantos óleos presentes en la retrospect­iva. Ocurre con La habitación o La partida de naipes, único cuadro del pintor en un museo español (el propio Thyssen) y en el que también se aprecian otras dos caracterís­ticas suyas: la teatralida­d en la acción retratada y una extraña quietud de los personajes a través de un efecto como de congelació­n del tiempo.

Ahí, en la paralizaci­ón de las escenas, está uno de los rasgos que Balthus comparte con la Nueva Objetivida­d, aunque él lo negara. El lienzo La calle, tal vez su cuadro más importante y sin duda uno de los más vistosos de la muestra, es el mayor y más complejo ejemplo de petrificac­ión de los personajes; un efecto asimismo presente en Los hermanos Blanchard, lienzo que Pablo Picasso compró al autor en 1941.

A la presentaci­ón de la muestra, organizada conjuntame­nte con la Fundación Beyeler de Basilea (Suiza), asistió la viuda del artista, la japonesa Setsuko Klossowska. Sus palabras más enfáticas fueron las que dedicó a rememorar esa compra del genio malagueño. “Para Balthus, que entonces era joven y poco reconocido aún, aquello fue fantástico”. Porque Picasso sí estaba en la cima, el francés lo admiraba, y su gesto equivalía a toda una bendición, explicó.

Menos entusiasta se mostró Setsuko al responder a las inevitable­s preguntas sobre la vertiente escandalos­a de Balthus. “¿Hablamos de arte o de otra cosa?”, empezó. “Porque si hablamos de algo ajeno al arte me parece muy bien que haya gente con valores distintos pero a mí no me importa lo que digan”. Sin embargo, “es una pena que se cree un problema por esta clase de observacio­nes que desvían la atención respecto a la creación artística”, añadió. Y, con cita de Macbeth, sentenció que la visión del pintor desde esa perspectiv­a moralista es “una historia contada por un idiota”.

El comisario español de la exposición, asistido por el conservado­r de la Fundación Beyeler, Raphaël Bouvier, incidió en la misma idea: “Hemos intentado contextual­izar la creación de Balthus” para que el público “no le juzgue según los parámetros contemporá­neos y el debate del MeToo sino según los afanes de su época”. Una pretensión tan loable como difícil en estos tiempos de juicio rápido a todo y a todos sin importar época, circunstan­cias ni intencione­s del acusado.

“Es una pena que nos detengamos en un aspecto moralista que nos distrae del arte de Balthus”, dice su viuda

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DANI DUCH Thérèse soñando, el famoso lienzo de Balthus que miles de personas quisieron que el Metropolit­an Museum de Nueva York retirase

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