Nicolás Maduro
La operación de derribo es “irreversible”, advierte el presidente de EE.UU.
PRESIDENTE DE VENEZUELA
Venezuela ha expulsado a una misión de europarlamentarios que se iba a entrevistar, entre otras personas, con el jefe del Parlamento,
Juan Guaidó, reconocido como presidente encargado por medio centenar de países.
Por si alguien dudara de que Venezuela ya es un asunto electoral en EE.UU., Donald Trump voló ayer a Florida. En un discurso pronunciado en Miami, insistió en que la operación de cambio de régimen contra Nicolás Maduro es “irreversible”. Fue un mensaje para la base republicana en Miami, donde 160.000 exiliados venezolanos, la mayoría de buen nivel económico, han dado una inyección vital a la histórica política conservadora del viejo exilio cubano-estadounidense, ya en declive demográfico y electoral.
Pero casi un mes después de reconocer al autoproclamado Juan Guaidó como presidente venezolano, la falta de apoyo de las fuerzas armadas venezolanas a la operación empieza o pesar sobre la fama de Trump de ser el presidente que “hace que las cosas sucedan”. El presidente repitió el ultimátum ya lanzado en cientos de tuits: “Los militares deben escuchar a Juan Guaido y dejar entrar la ayuda humanitaria”, si no “perderán todo lo que tienen”. Pero el muro de contenedores colocado por el ejército venezolano en el puente fronterizo de Cúcuta empieza a dañar la credibilidad de Trump, al igual que el inexistente muro mexicano.
La clave de que el discurso iba más dirigido a los venezolanos en Miami que los de Caracas fue la referencia del presidente al “peligro del socialismo”. Ante un posible candidato de la izquierda demócrata en las presidenciales del 2020, Trump y sus asesores tienen algo claro: Venezuela ha venido de perlas a los candidatos conservadores en América Latina y hasta Europa. Venezuela “no debe ser un Estado títere de Cuba”, y vaticinó que la operación estadounidense de colocar en el poder a Guaidó “ayudará a promocionar la democracia en Cuba y Nicaragua”.
La fusión de la política exterior más intervencionista en 30 años con la búsqueda de votos en Florida no es un monopolio de Trump. Venezuela se ha convertido en un tarro de miel para políticos en ambos lados del Atlántico interesados en sacar partido a la imagen refrescante de Guaidó y la ayuda humanitaria que se almacena en la frontera.
El domingo llegaron a Cúcuta el senador republicano por Florida Marco Rubio y Mario Dias Balart, congresista por Miami, e hicieron un tour por los puentes fronterizos, todos cerrados al tráfico desde el 2016. “La gente que puso estos contenedores allí son terroristas, pero la ayuda llegará”, dijo Rubio en un
Venezuela ya es una cuestión electoral en Estados Unidos: centra los discursos del propio presidente en Florida
vídeo rodado a escasos metros del icónico contenedor azul. La versión en inglés del vídeo rápidamente tuiteado por Rubio, que dedica uno de cada dos tuits a Venezuela, fue mucho más larga y apasionada que la española.
“Rubio y Trump están tocando un silbato de esos que se usan para los perros, que sólo puede oír la base republicana, los cubanos y los venezolanos en Florida”, dijo Peter Hakim, el veterano analista sobre América Latina del think tank Interamerican Dialogue, en una entrevista telefónica.
Mientras, una delegación de seis eurodiputados del Partido Popular español, encabezada por Esteban González Pons, intentaron visitar Venezuela tras recibir una invitación de Guaidó. Sin autorización del Gobierno de Maduro, fueron devueltos sumariamente a España. Fue tal vez la prueba más concluyente hasta la fecha de que Guaidó está lejos de mandar en Venezuela. “No lo pensaron mucho. No ha habido planificación. No hay un plan B. Así que, ¿y ahora qué?”, se pregunta Hakim.
Mientras, Cúcuta se ha convertido en un gran teatro de lo absurdo. Tras el anuncio de un festival de pop latino estilo Live Aid por parte de Richard Branson, Maduro anunció ayer que habrá otro festival el mismo día en el lado venezolano con música popular y revolucionaria frente al reguetón de Juanes y Luis Fonti.
Tampoco faltaba el toque de Bienvenido Míster Marshall, cuando el niño Juan Ángel, de 10 años, gritó desde el puente durante la vista del senador: “¡Señor Marco Rubio! Escuche a los niños; queremos libertad!”. Fue el regalo del día para los cientos de medios instalados en la ciudad ante la cuenta atrás para el sábado, cuando Guaidó promete que entrará la ayuda de Usaid.