Siete diputados laboristas abandonan el partido
Critican el giro a la izquierda y la indecisión sobre el Brexit
No van a ser recordados como los siete magníficos, ni los siete samurais, ni los siete colores del arco iris. En todo caso, como siete diputados laboristas de rango medio que han decidido abandonar el partido en medio de una de las mayores crisis políticas del país desde la posguerra, a poco más de un mes de la fecha prevista para que el Reino Unido se vaya de Europa, con tal de poner de manifiesto su descontento con el liderazgo de Jeremy Corbyn, y su incapacidad para aguantarlo un solo día más.
El Brexit ha alterado por completo el equilibrio político británico, y tensado la cuerda en los dos grandes partidos (Labour y tories) hasta niveles insostenibles. Es la nueva línea divisoria, como antes lo era la derecha-izquierda. Una fractura como la de ayer se veía venir, en gran medida como una forma de presión a Corbyn para que deje de divagar y apoye de una vez por todas el segundo referéndum que piden la mayoría de diputados y buena parte de los votantes del partido. Pero no todos, porque también hay entre un 20 y un 30% de brexiters que, en ese caso, harían las maletas. Complicado.
De buena mañana, en otro episodio goyesco de la gran crisis nacional que vive el país, Chuka Umunna, Luciana Berger, Ann Coffey, Angela Smith, Chris Leslie, Mike Gapes y Gavin Shuker convocaron una rueda de prensa en Westminster para informar que abandonaban el partido. Se ha comparado con los sucesos del 25 de enero de 1981, cuando Roy Jenkins, Michael Owens, Bill Rodgers y Shirley Williams anunciaron el adiós al Labour y la creación de un nuevo grupo socialdemócrata (SDP) que nunca llegó a cuajar. Pero la escisión abrió las puertas de Downing Street a Margaret Thatcher y a una década de neoliberalismo y poder tory.
Lo de ayer no es lo mismo, porque aquellos eran grandes pesos pesados –ministros o ex ministros de carteras importantes–, que además formaban un partido nuevo. Umunna, Berger, Leslie y demás son en comparación como los siete enanitos (políticamente hablando), seguidores de Tony Blair que nunca se han sentido cómodos con el giro del Labour hacia la izquierda de la mano de Corbyn, y llevan años buscando la manera de provocar su caída como líder sin conseguirlo.
A la hora de explicar sus razones para la espantada, hubo quienes mencionaron el “antisemitismo imperante” en el Labour (Luciana Berger, que es judía y está embarazada de nueve meses, se declaró “cansada de la cultura de racismo e intimidación”), “la manera en que la extrema izquierda se ha hecho con las riendas del grupo”, “la colaboración con los conservadores para hacer posible el Brexit”, “el peligro para la seguridad nacional que sería Corbyn como primer ministro”, o “su posicionamiento equivocado en casi todas las grandes cuestiones internacionales, ya sea Venezuela, Rusia, Siria o Palestina”.
Se han ido ahora buscando el momento de máximo impacto, en la recta final del Brexit, con un pliego de cargos variopinto que se resume en que Jeremy Corbyn no está cualificado para ser el líder de la oposición en tan trascendente coyuntura histórica, y pidiendo a otros que les sigan (lo cual por ahora no ha ocurrido, dejando la cosa en un motín de segunda división). En las redes sociales han sido calificados de “traidores”, y militantes y líderes sindicales les han pedido que renuncien por coherencia a sus escaños.
El Brexit lo está envenenando todo, y el Partido Conservador se enfrenta a una situación parecida, con varios ministros proeuropeos dispuestos a dimitir en las próximas semanas si el Gobierno de Theresa May sigue agotando el reloj y no descarta de una vez por todas una salida desordenada de la UE. La hostilidad de los brexiters hacia los remainers es tal en el seno de los tories que varias asociaciones electorales han puesto en marcha procedimientos para expulsar del cargo a diputadas como Sarah Wollaston y Anne Soubry, y reemplazarlas por euroescépticos puros. Todo es como un volcán en erupción. Gran Bretaña aún no se ha marchado d Europa, la futura relación política y comercial ni siquiera se ha empezado a negociar, pero el reposicionamiento está en marcha. El siete es el numero químico del nitrógeno. Y ya se sabe de lo que una bomba de nitrógeno es capaz, aunque sea en términos políticos.
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