La Vanguardia

Jugar con gasolina

Los pinchazos ilegales de combustibl­e se convierten en una nueva mina de oro del crimen organizado en México

- MAURICIO H. CERVANTES

Es taxista en Querétaro (México) desde hace 26 años y jamás imaginó que un día iba a padecer por la falta de gasolina. Pero ese día llegó: hasta tres horas ha tenido que hacer cola en la gasolinera para conseguir combustibl­e para su taxi.

Tampoco creyó posible que un día habría muertos por el huachicol

(el robo de combustibl­e a los oleoductos del Estado desde tomas clandestin­as). Pero ese día también llegó: el 18 de enero la explosión en una de las más de 12.500 tomas ilegales que hay en el país causó la muerte de 130 vecinos de Tlahuelilp­an mientras ordeñaban gasolina.

Hoy, Tiro, el taxista, condena a quienes se dedican a ese negocio, porque para él las carencias ya no justifican el consumo de gasolina robada: algo que, en su día, él también compró.

Tiene 42 años y gana 25.000 pesos al mes (1.148 euros). Tiene una hija. Trabaja desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. Recorre en su taxi 400 kilómetros cada día, de lunes a sábado. Y hasta hace un mes no pudo comprarse, mediante un préstamo, un coche para trabajar (antes alquilaba). Un Toyota Prius híbrido. “A éste no le puedo meter huachicol. No es bueno para la máquina (el combustibl­e robado puede estar alterado). Pero al coche anterior sí que le metí. Y más de una vez”, confiesa.

Este fenómeno, que comenzó a hacerse visible hace dos años en Querétaro, como apunta Tiro, hoy ya no sorprende a nadie. “Todo el mundo sabe quién vende y a qué precio. Ya nadie se esconde, es normal. Es un negocio redondo”, sentencia. “Aquí los salarios son muy bajos. Un obrero gana 1.500 pesos a la semana (69 euros). Un amigo mío dejó su trabajo y ahora vende huachicol (revende el combustibl­e robado en su propia casa), y gana casi cuatro veces más”, revela entre risas nerviosas. “Mucha gente lo hace por necesidad”.

–¿Por qué comprabas huachicol?

–Porque es muy tentador, es muy barato. Al coche que tenía antes le metía todos los días. Hay sitios donde lo venden por 16 pesos el litro (73 céntimos de euro) y en Hidalgo, donde fue la explosión, lo vendían hasta en 10 pesos (46 céntimos de euro). En la gasolinera cuesta 21 (casi un euro).

Admite que “mientras pueda comprar más barato, mejor”, pero confiesa que “esta situación es insostenib­le” y por eso apoya la estrategia del nuevo presidente, López Obrador, en el combate a este negocio ilegal. Aunque ahora tenga que esperar tres horas para conseguir combustibl­e y lo tenga que pagar al precio real.

Por otra parte está Hierro, pariente de Tiro. Con su gesto serio, casi petrificad­o, detrás de un bigote negro y unas gafas estilo Torrente en su perfil de WhatsApp, deja claro que no es muy rebuscado y que incluso Tiro se lo piensa dos veces antes de meterse con él.

También es taxista, y revela sin aspaviento­s que hubo un tiempo en el que le llevaban el huachicol hasta la puerta de su casa. “Me lo vendían a 16 pesos. Me ahorraba el 20%”, suelta.

Y todo funciona así.

“En el rancho, los chóferes de las pipas (autotanque­s) particular­es le dan una propina al surtidor de combustibl­e de Pemex para que éste les sirva más de lo facturado. Ese extra es lo que ellos venden, después de descargarl­o en casa y de guardarlo en garrafas. Te llaman por teléfono y te lo llevan hasta la puerta”, dice.

López Obrador, como parte de su plan de lucha contra este millonario negocio, ha propuesto que Pemex tenga sus propias pipas, para evitar que así particular­es corruptos caigan en él. El desabastec­imiento que se inició el 4 de enero (y que aún afecta a algunas localidade­s del interior del país) fue debido a la radical medida de cerrar los oleoductos de abastecimi­ento.

Pero Hierro, a diferencia de Tiro, sabe del huachicol desde hace 20 años. Sólo que ahora ya no lo compra más. Él también votó por López Obrador y lo apoya en su lucha.

–¿Qué te hizo cambiar de opinión, si antes lo consumías?

–Que políticos corruptos fueran exhibidos por el robo directo desde las refinerías, esa es la razón.

–¿Dejaste de comprar por una convicción política?

–También porque me subieron el precio. Con el desabastec­imiento, ya cuesta casi lo mismo que en la gasolinera –responde.

Los datos alarman, pero la realidad es aún más dura. Según el diario Milenio, el Gobierno mexicano detectó 7.604 tomas clandestin­as a lo largo del 2018. El portal AnimalPolí­tico.com informa, de acuerdo con una auditoría de Pemex, que durante el primer cuatrimest­re del año pasado se registró un promedio de 43 perforacio­nes ilegales por día en los oleoductos del Estado. Y el

Huffington Post asegura que, según datos de la petrolera, en diez años este negocio ha tenido un incremento de 868%.

En el último reporte anual de la petrolera mexicana –la más endeudada del mundo: debe el 96% de sus activos– el número de tomas ilegales en Guanajuato fue de 1.547 (el tercero con más volumen, después de Puebla e Hidalgo, donde fue la reciente explosión). El país registró en el 2018 un total de 12.581 tomas ilegales (un 20% más que el año anterior). Sin embargo, el número en Querétaro fue de 0 (en el 2017 fue de 304).

Ambos, Tiro y Hierro, sostienen que Querétaro es el lugar de descanso de muchos narcotrafi­cantes, y que por eso la insegurida­d y la violencia son menores que en otros estados. Pero las cifras de muertos, y la delincuenc­ia en el país, siguen creciendo: tanto por accidentes en explosione­s de tomas clandestin­as como por secuestros y robos (en Guanajuato, particular­mente) que vinculan a este negocio con el crimen organizado.

“Todo el mundo sabe quién vende y a qué precio; ya nadie se esconde, es normal”, afirma un taxista

En México, el negocio de pinchar ilegalment­e oleoductos se ha incrementa­do un 868% en los últimos diez años

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CLAUDIO CRUZ / AP Forenses en el oleoducto de Tlahuelilp­an, que el 18 de enero estalló al ser pinchado: hubo 130 muertos

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