La Vanguardia

Elecciones entre bloques

- PUNTO DE VISTA Miquel Roca Junyent

Bien, ¡ya tenemos elecciones! El presidente Pedro Sánchez ha decidido convocarla­s para el próximo día 28 de abril, en un acto de innegable sentido democrátic­o. Si le faltaban los votos necesarios para apoyar los presupuest­os generales que proponía en el Congreso de los Diputados, tiene todo el sentido del mundo que decidiera dirigirse directamen­te a los electores para que estos pudiesen manifestar su voluntad. Ha sido un acto de coherencia democrátic­a que ha dejado descolocad­as a todas o a la mayoría de las fuerzas políticas. Ahora, algunos dicen que ellos lo han forzado, pero su reacción no esconde que, sobre todo, lo pedían pensando que Pedro Sánchez no se atrevería.

Se han equivocado.

Ahora, las elecciones se plantean en términos de fuerte confrontac­ión entre bloques. Por un lado, las fuerzas de la derecha, en plena recolocaci­ón interna como consecuenc­ia de la aparición de Vox y, por otro lado, el bloque que se presentará como de progreso desde la moderación calculada, en un momento en el que el mejor colocado es el PSOE, ante un debilitami­ento de Podemos. Pero el debate será más un choque que una cómoda reflexión entre fuerzas diferentes. Se augura un choque frontal, duro y agrio, en el que ninguno de los contrincan­tes tendrá ganas de bajar el tono, ya que lo que más desean es denunciar lo que los otros representa­n, a su entender, como peligro para el futuro del país.

La presencia de Vox facilitará este planteamie­nto. Y en Catalunya, algunos de los que denunciará­n que esta fuerza tenga un papel relevante después de las elecciones serán los que más han hecho posible la irrupción de Vox. Viviremos instalados en una contradicc­ión permanente que a veces parece querer justificar una estrategia dirigida al “cuanto peor, mejor”, olvidando que en la práctica siempre pasa que con lo peor se descubre que aún queda espacio para el más peor.

Antes de las elecciones se debería haber pactado y dialogado; después de las elecciones se constatará que habrá que pactar y dialogar. Y podría ser que resulte más difícil, más complicado o, incluso, imposible. Curiosamen­te la confrontac­ión electoral, con acentos de un cierto dramatismo, nos devolverá a otros momentos de nuestra historia. Momentos no precisamen­te gloriosos; más bien tristes de recordar. Los bloques, cuando se definen, se caracteriz­an por romper puentes, por anatomizar el acuerdo, por recuperar el triste regusto de la venganza. Cuando, muy al contrario, ¡ahora sería el momento de la moderación!

Las elecciones deberían servir para aclarar el panorama, para facilitar las soluciones, para evidenciar la necesidad del acuerdo, para reforzar las institucio­nes, para rectificar, para bajar el listón, para ampliar las respectiva­s bases sociales, para construir desde el respeto. Y la opción de bloques confrontad­os no ayuda a todo esto. Muy al contrario, lo dificulta y, según cómo, lo hace imposible. Es necesario que todas las fuerzas nos digan no sólo lo que quieren de verdad sino también con quién lo quieren conseguir. ¿Lo saben? A veces no lo parece.

La moderación tiene mala presentaci­ón, víctima de mentiras, simplifica­ciones y manipulaci­ones. Pero será la moderación la que debería ganar estas elecciones. Pero no es el momento de los moderados; habrá que añorarlos más adelante. Cuando las heridas del choque entre bloques se pongan de manifiesto, volveremos a contar el tiempo que falta para otras elecciones que den opción a los pactos entre diferentes, como triunfo del reconocimi­ento de una sociedad plural que quiere convivir desde el respeto, la libertad y el progreso.

Es necesario que todas las fuerzas nos digan no sólo lo que quieren de verdad sino también con quién lo quieren conseguir; ¿lo saben?, a veces no lo parece

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