Volvemos a las andadas
Un problema crónico de la economía española y que había mejorado con el inicio de la recuperación es su necesidad de financiación del exterior (la otra cara de la moneda del déficit en la balanza por cuenta corriente y de capital), que se situó el 2007 en un déficit de 100.000 millones de euros. En el 2012 cambió de necesidad a capacidad de financiación, el 2017 llegó a un máximo de casi 28.000 millones de superávit, pero desde entonces está cayendo: se ha situado en 14.300 millones en los últimos 12 meses. El menor crecimiento de las exportaciones pasa factura a nuestra capacidad de corregir nuestra elevada deuda externa neta.
Ahora la deuda externa ha superado la barrera de los 2 billones de euros y equivale al 167% del PIB. En términos netos, descontando los activos en el exterior, nuestra posición neta de inversión internacional es de -965.000 millones, y en porcentaje del PIB (-80,7%) una de las más elevadas de la UE y muy alejada del 35% que fija la Comisión Europea para que no sea un desequilibrio. Harían falta muchos años de jugosos superávit externos para converger a ese umbral.
¿Quién es el responsable de ese elevado endeudamiento? El principal es el sector público, que acapara el 56% de la deuda externa neta, con un pasivo en manos de no residentes de 594.000 millones, cifra que se ha duplicado desde el 2010 en paralelo al aumento de stock de deuda pública. En cambio, el sector privado no financiero, lo ha reducido a la tercera parte: es el 11,3% de la posición neta de inversión internacional. La intensidad del desapalancamiento que han realizado empresas y familias (el peso de su deuda en el PIB ha caído 68 puntos hasta converger a la media de la eurozona) explica su menor endeudamiento externo.
Esta elevada deuda externa convierte en
Las administraciones deben combatir su elevado déficit público, alejándose de las medidas electoralistas
vulnerable la economía española. Ante una potencial subida de tipos, el servicio de esa deuda aumentaría, lo que supondría destinar más renta al exterior en forma de intereses. Y en el fondo lo que explica esa elevada deuda externa es un problema de productividad que nos ha obligado durante muchos años a incurrir en déficits comerciales. Preocupa la evolución que ha tenido desde hace décadas la productividad de la economía española, que según nos recordaba hace poco el gobernador del Banco de España, sólo ha crecido un 4% desde 1995, menos de la mitad que la eurozona. Sin reformas estructurales que mejoren la productividad va a ser muy difícil que nuestra deficitaria posición neta de inversión internacional se sitúe en niveles razonables.
El comportamiento de las administraciones públicas es clave para reducir la deuda externa y su objetivo inmediato debería ser reducir el elevado déficit público estructural, que es el más alto de la UE (3% del PIB). Para ello debe alejarse de medidas electoralistas que agravan el problema, como aplazar o revertir acertadas medidas del pasado que se implementaron para mejorar la viabilidad del sistema de pensiones.