La Vanguardia

La Guardia Civil sitúa el coche de los argelinos en Llanes

La viuda de Ardines desconfió de la actitud del marido de su prima tras el crimen

- MAYKA NAVARRO

En muchas ocasiones, más que una confesión, lo que los investigad­ores buscan y necesitan son pruebas que vinculen a sus sospechoso­s con el crimen. Elementos incontesta­bles que no generen dudas. Una imagen, la señal de un móvil en un punto a una hora determinad­a. La Guardia Civil sostiene que fueron dos argelinos contratado­s por un familiar celoso los que acabaron con la vida del concejal de Llanes Javier Ardines el 16 de agosto del año pasado.

Por el momento, ya han podido ubicar en Llanes en las fechas del crimen al vehículo que utilizaron los presuntos asesinos. Pero como en toda investigac­ión, cuanto más carga probatoria, mejor. Por eso, durante el día de ayer, los agentes del equipo central de inspeccion­es oculares (ECIO) se pasó el día examinando el vehículo que usaron para llegar hasta la zona los autores materiales. Los investigad­ores sospechan que, además de golpear al concejal con un objeto y asfixiarle, también usaron para reducirle alguna sustancia que precisamen­te buscan ahora en el Citroën.

La jornada también fue intensa en la aldea de Belmonte de Pria, a unos 25 kilómetros de Llanes, y en donde residía Javier Ardines con toda su familia, y en donde hacía poco más de dos años habían comprado una casa de fin de semana Pedro Luis Nieva y Katia, su mujer.

Tras pasar la noche en los calabozos del puesto de la Guardia Civil de Llanes, los investigad­ores trasladaro­n al que consideran ideólogo del crimen hasta su casa en la aldea. El hombre llegó esposado, cabizbajo, con una capucha cubriendo parte del rostro, y sin articular palabra. En el interior, los investigad­ores recorriero­n la estancia durante más de dos horas, y se entretuvie­ron en el garaje, de dónde se llevaron piezas y herramient­as.

A menos de cien metros de esa casa precintada desde las detencione­s, la familia del concejal asesinado trataba de digerir poco a poco la noticia. De nada sirvió que fuera la propia viuda de Javier Ardines la que pusiera en el foco de los guardias civiles a su prima y su marido, cuando les trasladó su desconfian­za por la actitud fría y distante de la pareja tras el crimen.

Habían sido precisamen­te Ardines y Nuria, su mujer, los que habían convencido a Pedro y Katia para que compraran una casa vecina a la suya que estaba en venta. El matrimonio, con sus dos hijos mayores, vivía en un chalet adosado en Amorebieta, y en menos de dos horas se plantaban con el coche en Belmonte de Pria los veranos e innumerabl­es fines de semana. Los padres de Katia y Nuria eran hermanos y ellas habían intensific­ado su relación, por eso a la viuda le sorprendió la falta de empatía tras el crimen.

Los asesinos del concejal ensayaron la emboscada y usaron tres vallas de obra de una estación de tren

Los investigad­ores evidenciar­on ayer que no tenían prisa, ni en tomar declaració­n a los detenidos, ni en pasarlos a disposició­n judicial. Para ellos el análisis de los vehículos incautados era prioritari­o, después de no hallar restos genéticos en el escenario del crimen para cotejar con el ADN de los tres arrestados en España y el cuarto en Suiza.

En el análisis de los vehículos, y previament­e en el registro de las viviendas de los sospechoso­s, participar­on dos perros del servicio cinológico de la Guardia Civil, Marley, un perro de aguas español, y Athos, un pastor belga malinois. Ambos canes son especialis­tas en la búsqueda de restos biológicos y sustancias químicas.

La tranquila aldea de Belmonte de Pria está atravesada por una vieja línea de tren en desuso. Y a pocos metros del punto del camino en el que los asesinos tendieron una emboscada al concejal, hay una vieja estación. De allí eran las tres vallas amarillas de obra que los argelinos utilizaron para barrar el paso a Ardines, y obligarle a bajar de su furgoneta. El crimen se cometió el 16 de agosto, pero sus asesinos lo intentaron días antes. Pero aquella mañana algo falló, debieron asustarse y abortaron el plan. Ese día, el concejal explicó en su casa que alguien había estado moviendo las vallas de la estación y que las había tenido que retirar para avanzar.

Su viuda, sus hijos y los padres de la víctima, acompañado­s de amigos y familiares, pasaron el día recogidos en su chalet, con el camino de acceso protegido por una cinta de la policía local que vetaba el acceso. Aunque parezca mentira, no sentían alivio. Sienten también vergüenza. Creían que Pedro era uno de los suyos.

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JL CEREIJIDO / EFE El presunto autor intelectua­l del crimen del concejal de Llanes, en el registro de su casa en Belmonte ayer

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