La desconcertante guerra de conciertos

EL periodista polaco Ryszard Kapuscinski tituló uno de sus relatos La guerra del fútbol, de eso hace cincuenta años. Las tensiones diplomáticas entre Honduras y El Salvador concluyeron en una batalla aérea, que coincidió con un partido de fútbol entre las selecciones de ambos países, con motivo de la clasificación para el Mundial de 1970, que se disputó en el césped y en las gradas. Pocas veces una guerra tan corta registró tantas bajas, pues en apenas cuatro días murieron más 5.000 personas. Medio siglo después, dos recitales a uno y otro lado de la frontera entre Venezuela y Colombia han sido bautizados como la guerra de los conciertos. La tensión no era poca anoche, cuando empezaron a cantar las estrellas más esperadas en Cúcuta (Alejandro Sanz, Paulina Rubio, Carlos Vives, Miguel Bosé, Juanes o Fonsi), convocadas por el millonario británico Richard Branson. Al otro lado del puente que separa ambos estados, Nicolás Maduro organizó otro concierto menos internacional, bajo el lema “Manos fuera de Venezuela”.

Miles de venezolanos cruzaron por los pasos ilegales, conocidos por trochas, para escuchar a sus ídolos. El régimen intentó contrarrestar con figuras locales el Venezuela Aid Live antes del intento de entrar la ayuda humanitaria. Maduro se niega a franquearle el paso, porque aceptarla supone admitir que el país se encuentra en una situación límite. Sin embargo, ha presumido del envío de medicinas de Rusia, su aliado, que han llegado en las últimas horas. La realidad es que son ya 3,4 millones los venezolanos que han marchado del país ante la situación desesperada en que se encontraban.

Ojalá que esta desconcertante guerra de conciertos sea sólo una anécdota en una crisis política de incierto final. Mientras unos y otros cantaban, se supo que el jefe militar del contraespionaje militar con Chávez, Hugo Carvajal, se puso al lado de

Guaidó. Su distanciamiento del régimen resultó tan estridente como la voz de Paulina Rubio.