La Vanguardia

Mea culpa de los obispos ante los abusos a menores

La jerarquía católica pide que se asuman responsabi­lidades

- ANNA BUJ Ciudad del Vaticano. Correspons­al

El Vaticano vivió ayer su segunda jornada de la histórica cumbre contra los abusos sexuales perpetrado­s por sacerdotes a menores de edad. Si el jueves fue el día de asumir que ya no basta condenar, sino que es necesario tomar medidas concretas para afrontar la crisis, ayer la jerarquía católica entonó el mea culpa y pidió que todos y cada uno de los 114 presidente­s de las conferenci­as episcopale­s presentes en el aula nueva del sínodo aceptasen sus responsabi­lidades.

Así de contundent­e se mostró el cardenal indio Oswald Gracias, que en su intervenci­ón aseguró que una tarea fundamenta­l es, “individual­mente y de modo colectivo”, “reestablec­er la justicia hacia los que han sido violados”. “La Iglesia no vive en un mundo aislado”, remarcó, pidiendo a los obispos que cooperen con las autoridade­s civiles.

También habló en el encuentro el arzobispo de Chicago, Blase J. Cupich, un cercano aliado al Papa y uno de los cuatro miembros de la comisión organizado­ra del evento, quien dio un cuadro bastante detallado para la constituci­ón de nuevas estructura­s jurídicas de responsabi­lidad de la Iglesia. Algunas de estas se inspiran en lo que ya existe en EE.UU., uno de los países más avanzados en la lucha contra los abusos, pero que deben ser trasladada­s a otros rincones del planeta. Por ejemplo, Cupich propuso una línea telefónica dedicada o un portal web para que las víctimas puedan comunicar sus casos a una alta autoridad independie­nte de su diócesis, como un nuncio (embajador vaticano).

El estadounid­ense reconoció que el año pasado hubo “fallos sistemátic­os” de la Iglesia a la hora de que sus altos cargos rindan cuentas por estos crímenes. Se refería a las más de mil víctimas destapadas en Pensilvani­a o a la dimisión en bloque de los 34 obispos chilenos que no supieron ver el alcance de los daños en su país. Pero también al hecho de que, la semana pasada, el Vaticano expulsó del sacerdocio al excardenal Theodore McCarrick, algo que debería hacer sonrojar a todos los presentes. “¿De verdad tenemos una conversaci­ón abierta y señalamos a nuestros hermanos obispos o sacerdotes cuando nos damos cuenta de un comportami­ento problemáti­co por su parte?”, preguntó Gracias.

Esta vez no hubo testimonio­s demoledore­s de víctimas, pero sí que dio un discurso la primera mujer de las sólo doce (de entre 190 líderes de la Iglesia) que participan. Se trata de Linda Ghisoni, subsecreta­ria del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida, y experta en Derecho Canónico. Ghisoni dio un testimonio más valiente que los otros, con peticiones como comisiones consultiva­s independie­ntes (formadas por laicos y clérigos) para aconsejar y asistir a los obispos ante la pederastia, o revisar la normativa del secreto pontificio, como piden las víctimas.

El papa Francisco, que está presente en todas las sesiones, improvisó unas palabras de gratitud hacia Ghisoni que levantaron polémica. Jorge Mario Bergoglio se salió del guion para opinar que dar más funciones a la mujer en la Iglesia no resolvería el problema de los abusos sexuales, pero que el “estilo” femenino debe integrarse en el pensamient­o de la institució­n. Y luego apostilló: “Invitar a hablar a una mujer no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiásti­co, porque a fin de cuentas todo feminismo termina siendo un machismo con faldas. Invitar a hablar a una mujer sobre las heridas de la Iglesia es invitar a la Iglesia a hablar sobre sí misma, sobre sus heridas”.

“Todo feminismo termina siendo un machismo con faldas”, dijo el Papa en un mensaje improvisad­o

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HANDOUT / AFP El cardenal Lombardi y el papa Francisco, ayer al iniciar la jornada

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