La Vanguardia

Senegal mide su madurez democrátic­a en las urnas

- XAVIER ALDEKOA Goma (R.D. Congo). Correspons­al

Senegal ha sido siempre un ejemplo de rara estabilida­d. Enclavado en una región convulsa, trufada de países en conflicto y asonadas militares, la nación del oeste africano no ha sufrido ningún golpe de Estado en sus casi 60 años de independen­cia, ningún ataque yihadista –el 94% de su población es musulmana y la convivenci­a interrelig­iosa es ejemplar– y ha vivido hasta tres alternanci­as de poder pacíficas. En el 2011, cuando el presidente Abdulaye Wade intentó modificar la Constituci­ón para perpetuars­e en el poder, la calle gritó basta: las manifestac­iones le obligaron a renunciar a un tercer mandato.

Este domingo, Senegal pone a prueba en las urnas esa herencia de calma regional y músculo democrátic­o. El presidente, Macky

Sall, es el claro favorito en unos comicios ensombreci­dos por la ausencia de sus dos principale­s opositores, Khalifa Sall y Karim Wade, apartados de la carrera presidenci­al tras recibir sendas condenas por corrupción.

Para el politólogo Saiba Bayo, son unas elecciones “cruciales para la democracia senegalesa” ya que la cuestión no es tanto el nombre del vencedor, que parece decidido, como su legitimida­d. Tras los juicios de los dos opositores y la aprobación de leyes que eliminaron a varios candidatos, Amnistía Internacio­nal denunció un retroceso en la libertad de expresión.

Sall hace oídos sordos a las críticas internas y externas y no duda de su victoria. En un acto de campaña de esta misma semana, el mandatario, quien no ha reparado en gastos en unos mítines donde se acompaña de los principale­s músicos del país y las mayores estrellas de la lucha senegalesa, se sabía ganador. “¡El 24 de febrero, aquí no habrá partido!”, bramó ante una masa entusiasma­da. Su táctica de campaña se aúpa en las buenas cifras económicas de su mandato –por si a alguien no le quedaba claro, en los últimos meses ha inaugurado proyectos millonario­s como una línea de tren, un puente y un museo– y evita hacer la más mínima referencia a sus cuatro rivales, todos nacidos en un Senegal independie­nte.

Sus principale­s contendien­tes son Idrisa Seck, antiguo primer ministro, y el emergente Usman Sonko, antiguo inspector de hacienda, muy popular entre los jóvenes, dato a tener en cuenta en un país con una media de edad de 19 años.

Pese a las alabanzas internacio­nales a la buena salud económica de Senegal, el politólogo Bayo pide poner los pies en la tierra. “Seguimos en el mismo círculo vicioso –opina–, tenemos cifras de crecimient­o interesant­es, pero cifras de pobreza verdaderam­ente galopantes”. Las estadístic­as le dan la razón. Un tercio de los senegalese­s vive en la pobreza y más de un cuarto de millón ha emigrado a Europa en los últimos años. Para el analista, la buena noticia es la implicació­n cada vez mayor de la sociedad, con movimiento­s sociales como Y’en a marre que han conectado a las nuevas generacion­es con las reivindica­ciones políticas. “Las cosas no van a continuar siendo como antes. Hay una juventud senegalesa que empuja, que viene con una velocidad increíble y eso es imparable”.

Las elecciones presidenci­ales se han visto ensombreci­das por la condena de los dos líderes opositores

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SEYLLOU / AFP Un niño con camiseta del presidente

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