La Vanguardia

Actos y símbolos

Los exconselle­rs del Govern coinciden en que el referéndum y la DUI fueron declaracio­nes políticas

- Santiago Tarín Barcelona

Los nueve exmiembros del Govern de la Generalita­t ya han declarado ante el Tribunal Supremo por el procés. Ya se pueden extraer las primeras conclusion­es. Una: que el carácter de determinad­as decisiones y hechos que ocurrieron en septiembre y octubre del 2017 en Catalunya tenían marcha atrás, según la versión de los políticos. La ley de Transitori­edad, el referéndum, la declaració­n unilateral de independen­cia (DUI) eran más símbolos que actos, siempre en busca del diálogo con el Gobierno central. Dos: nadie pagó la consulta, ni fabricó papeletas, ni sabía dónde estaban las urnas, ni conocía cómo se hizo el censo. Tres: no hubo violencia. Cuatro: no reconocier­on ninguna acusación, excepto conocer las advertenci­as del Tribunal Constituci­onal, que para ellos no tenía autoridad. Esta es la versión de los nueve exconselle­rs casi unánime; casi, porque hubo una voz discrepant­e, Santi Vila.

Martes 19

Ponderació­n y autodeterm­inación

El dilema: ¿cómo respaldar un referéndum que el Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) había ordenado impedir y que el Tribunal Constituci­onal situaba fuera del ordenamien­to jurídico? Jordi Turull, exconselle­r de Presidènci­a, dijo que con “ponderació­n”; ponderando el cumplir el mandato judicial con el derecho a votar. Difícil equilibrio que es uno de los nudos del proceso. Ponderando una cosa y otra se fue avanzando para llegar al 1-0.

En realidad no es sólo eso, es también un choque de legitimida­des. Al día siguiente, Josep Rull, antiguo conseller de Territori, retomó este argumento para señalar que la elección era entre el imperio de la ley y principios democrátic­os, lo cual lleva inexorable­mente a una pregunta: ¿hay democracia sin ley? En esos mismos días hubo respuestas contrapues­tas a esta cuestión. Una, de Quim Torra: prima el mandato democrátic­o. Otra, de Felipe VI: sin ley no hay democracia.

Raül Romeva, exconselle­r de Exteriors, defendió el referéndum de la misma forma que abogó por el derecho de autodeterm­inación, que aseguró que la Constituci­ón española permitía. Y se lo dijo al Tribunal Supremo, que le juzga por rebelión, entre otros delitos.

Miércoles 20

Canadá y el Constituci­onal

En este momento ya había una cosa clara: todos los exconselle­rs que contestaro­n al fiscal aceptaron que recibieron providenci­as del Tribunal Constituci­onal en las que les advertían que incumplir sus decisiones podía tener consecuenc­ias penales. Lo que pasa es que, para ellos, el TC goza de poca credibilid­ad. “No tiene autoridad moral”, según Josep Rull. En cambio, el Tribunal Supremo de Canadá sí que es bueno, aunque el problema es que sus sentencias no tienen validez en España.

Pero no sólo se habló de filosofía política, también de hechos concretos. Todos los exconselle­rs, como Turull, Romeva, Rull, Bassa, Borràs, Vila o Mundó, negaron con firmeza que el referéndum se hubiera pagado con dinero público. “Ni un céntimo”, dijo Bassa. Tanto Turull como Rull insistiero­n en que Hacienda controlaba las cuentas de la Generalita­t y que era imposible desviar fondos. Tampoco se pagaron facturas por publicidad. Nadie sabía por qué Unipost tenía datos censales de ciudadanos, ni quién había elaborado el censo universal. Las urnas se presentaro­n públicamen­te, pero tampoco conocían dónde estaban. Simplement­e se confió en que aparecería­n en el momento oportuno. En su derecho a la defensa, nadie sabe cómo se hizo de verdad el referéndum, porque ellos no fueron.

En cuanto a los locales, Bassa explicó que tuvo un aluvión de peticiones para llevar a cabo actividade­s en los centros cívicos en ese fin de semana del referéndum: partidas de ajedrez, bailes para gente mayor, butifarrad­as... ¿Cómo iba a negarlas? Eso sí, les dijo que a las seis de la mañana del 1-O todo el mundo tenía que haberse ido. Ponderando, como dijo Tu- rull: cumplir con los jueces y con los votantes.

Jueves 21

Mediación, diálogo y violencia

La violencia es el núcleo del delito de rebelión. Jordi Sànchez, exlíder de la ANC, defendió vehementem­ente que no la hubo ni ante Vicepresid­ència durante el registro del 20 de septiembre, ni en el 1-O. Bueno, sí, aquí sí, pero por parte de la Policía y la Guardia Civil. Su entidad llamó a participar en concentrac­iones, en las votaciones y a hacer cola ante los colegios electorale­s desde las 5 de la mañana. El encono entre él y el fiscal y las argumentac­iones hicieron intervenir al presidente del tribunal, Manuel Marchena, quien fijó cómo irían las cosas: uno pregunta, el otro responde y los magistrado­s decidirán con qué versión se quedan.

En ese día se contradijo la metáfora de la silla vacía, esa que el Estado no quiso ocupar para hablar. Santi Vila, exconselle­r de Empresa, aseguró que él la llenó; que tras el referéndum Puigdemont le encomendó buscar una salida y que negoció con el Gobierno, con el PSOE y con prohombres de la Iglesia y de la economía. Desde sus interlocut­ores había interés en evitar el choque de trenes. Se llegó a un pacto: elecciones a cambio de olvidar el 155. El 25 de octubre se acostó tranquilo, pero el 26 se asomó al abismo: las redes estaban repletas de acusacione­s de cobardía y traición. Y vino el naufragio.

Al juicio le falta un largo trecho por cubrir y, aunque parece que los fiscales han dudado en algunos momentos, medios de las defensas explican que están convencido­s de que a partir de ahora es cuando sacarán toda la artillería, con los testigos. A estas alturas ya se ven cosas. Por ejemplo, que el único que ha querido sentarse con su abogado es Oriol Junqueras, mientras que el resto han preferido que se visualice que están en el banquillo. Otra: que sólo Junqueras y Romeva no han querido contestar a acusadores y que nadie quiere hablar con los letrados de Vox, a los que no se oirá hasta la semana que viene. Y que Santi Vila funciona al margen del resto, y que el resto lo tratan con poco afecto.

Actos y símbolos. Se ha visto esta semana. La ley de Transitori­edad era por si acaso se llegaba a un acuerdo con el Estado. El referéndum no fue concluyent­e, dijo Bassa. En realidad fue una movilizaci­ón política, explicó Vila. La DUI “es la expresión de una voluntad política”, señaló Turull. “Una declaració­n política para seguir negociando”, detalló Romeva. De ser así, si son símbolos y no actos, la cuestión es entonces por qué hay 12 acusados y siete que se fueron tras la DUI. La duda es qué pasó en Catalunya en septiembre y octubre del 2017. Santi Vila expresó: “Todos podríamos haber sido más responsabl­es”.

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EFE Sin gasto público. La exconselle­ra Dolors Bassa aseguró que no se utilizó “ni un céntimo” para pagar el referéndum
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